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Publicado por
JOSÉ JAVIER ESPARZA
León

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TELECINCO ESTRENABA el viernes noche, en horario principal, la segunda temporada de la serie de producción española y tema médico/clínico MIR , que quiere decir «médico interno residente». MIR es uno de los productos de nueva hornada de la cadena, con los que aspira a renovar un poco su escaparate. En muchos aspectos viene a ser una versión española de Anatomía de Grey , la serie americana que aquí emite Cuatro. La primera temporada de MIR fue bastante floja, tanto en cifras de audiencia como en calidad. Esta segunda ha empezado con cifras pésimas: una cuota de pantalla del 13,4% (porcentaje equivalente a unos 2,3 millones de espectadores), lo cual está muy por debajo de las expectativas de la cadena. En plata: un batacazo de impresión. MIR no es, técnicamente hablando, una mala serie: está bien hecha, puesta en escena con cuidado, interpretada de manera bastante eficaz y, además, situada en un ambiente -el clínico- que generalmente seduce a los espectadores. El problema, por tanto, no está en la factura técnica del producto, sino en otro lado. Los que saben de estas cosas tienden a explicar los resultados de los productos no por el valor del producto en sí, sino por circunstancias laterales: la adecuación entre el horario y el tipo de público que se busca, la oferta simultánea de la competencia, etc. Y bien, sí, es posible que el batacazo de MIR se deba a que es un producto demasiado obviamente prefabricado para un público joven-y-urbano; público que a esas horas del viernes está por ahí, y no delante de la tele; por tanto, puede que la oferta de la competencia sea más apta para el público mayoritario de esa franja. Esto, en todo caso, es tan difícil de verificar que nos metería en un juego de la gallinita ciega. Y por el contrario, lo que uno puede ver es que MIR es un relato con bastante poca sustancia, construido sobre el supuesto diario ( blog , más bien) de un muchacho que asiste a las catástrofes que se suceden a su alrededor con un aire entre lelo y petulante, donde los personajes parecen incapaces de implicarse en otra cosa que no sean sus expectativas profesionales y personales (mayormente afectivo-sexuales), ganado por una cierta atmósfera entre opresiva y mecánica, como de falta de salidas, de existencias sin voluntad. No digo que este planteamiento deje de retratar acertadamente a una determinada generación, pero su transformación en relato se hace insuficiente. La reacción de los personajes ante las cosas que les pasan -por ejemplo, las muertes causadas por un hongo en el sistema de ventilación de los quirófanos- es tan estatuaria, que a uno le parece que el guionista no sabía qué hacer con la historia que tenía entre manos. En fin, veremos el siguiente episodio: a lo mejor los personajes despiertan.

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