Diario de León
Publicado por
JOSÉ JAVIER ESPARZA
León

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OH, SÍ: el Festival de Eurovisión existe y TVE se obstina en participar. Y como TVE es una cadena pública, y sus decisiones a todos nos afectan, no queda otro remedio que hablar del Festival. ¿Quién representará a TVE (a España) este año? No lo sabemos, pero pronto lo sabremos. Esta vez TVE ha modificado el sistema de elección y ha optado por abrir una página en Internet para que los candidatos manden sus credenciales. El lema de la operación es Salvemos Eurovisión , fórmula que, por cortesía, nos abstendremos de juzgar. De las canciones colgadas en la web, se escogerán diez: las cinco más votadas por los internautas y otras cinco elegidas por un «comité de expertos». Los finalistas se medirán en brillante gala que emitirá TVE-1 el 1 de marzo; ganará el más votado por los espectadores. La responsable de «medios interactivos» de TVE, Rosalía Lloret, ha dicho que TVE intenta evitar el fenómeno fan y que no se discrimine a los cantantes poco conocidos. El propósito de Rosalía Lloret es encomiable, sin duda, pero no deja de ser como coger el rábano por las hojas, por así decirlo. Evitar el fenómeno fan es una opción tan legítima como cualquier otra, pero exige una justificación. ¿Qué quiere decir exactamente? ¿Evitar que los concursantes sean conocidos? Son de Sol -aquellas de la Brujería - no eran conocidas y no por eso su balance fue menos lamentable (por otro lado, no tardó en aparecerle un club de fans, porque hay gente para todo, como es bien sabido). Y sobre todo: ¿Por qué hay que evitar el fenómeno fan? En un concurso donde la victoria se obtiene por los votos de la muchedumbre, como ocurre en Eurovisión, el «fenómeno fan» no sería un handicap, sino más bien una ventaja. Lo que hay que evitar no es el fenómeno fan, sino el fenómeno friki o, aún con más razón, el fenómeno pufo, que es lo que llevamos demasiados años viviendo con los representantes de TVE en el desacreditado festival de la Europa del Este. Desacreditado, sí: nadie lo ignora. Y precisamente el sistema de votaciones estimula el descrédito. Aunque quizá «descrédito» no sea la palabra adecuada, dado el inconcebible número de crédulos dispuestos a dar fe de la limpieza del espectáculo: la última vez, cuando se nos ocurrió reproducir -aquí mismo- las denuncias que se ventilaban en los mentideros del propio Festival sobre las votaciones, hubo una nube de lectores que descargó sobre este escriba sus tempestades, y hasta en un programa matinal de la tele se hicieron eco de nuestra villanía. Este año volverá a pasar, porque el Festival de Eurovisión funciona sobre esa base: que todo el mundo actúe como si eso fuera un concurso de música, algo que, en realidad, sólo es en parte. Ese «todo el mundo» incluye, por lo que se ve, a TVE.

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