Desbordado y sin palabras
Un emocionado Alfredo Landa, entre la ovación cerrada del público en pie y con un discurso entrecortado, ha recogido el Goya de Honor a toda una carrera de manos de José Sacristán y Miguel Rellán en la gala de entrega de los XXII premios Goya de la Academia de Cine. Con un discurso de palabras entrecortadas, casi incomprensible y que el público interrumpía con aplausos para arroparle, el actor navarro ha insistido en que «se lo debe todo a su profesión». «No sé cómo decir gracias. Es algo fuera de lo normal..., nada más y nada menos, que el Goya de Honor», ha afirmado. «Ha sido para mi algo exultante», añadió el actor navarro, quien fue recibido en el escenario por José Sacristán y Miguel Rellán. Los tres se fundieron en un fuerte abrazo. «Tengo tanto dentro... este Goya de Honor se lo debo a mi profesión que ha sido lo mejor de mi vida, lo que más aprecio», ha comentado Alfredo Landa, quien dentro de un mes cumple 75 años, y que ha alcanzado a recordar a Pedro Masó como la persona que le abrió las puertas del cine. El actor navarro quiso que subieran al escenario su esposa Maite y sus hijos, «lo que yo más quiero», dijo. Entonces se despidió definitivamente con un «adiós y para siempre», pues con este galardón honorífico, se retira del cine, después de cerca de 50 años de una carrera cinematográfica que se inició por todo lo alto con «Atraco a las tres» en 1962. Al final no hubo polémicas y la no asistencia de Garci evitó encontronazos de última hora, ya que el protagonista de Los santos inocentes había advertido que no quería recoger el premio de manos del realizador, con el que ha trabajado en numerosas ocasiones y con el que hasta hace bien poco mantenía una gran amistad.