Diario de León

Cuando rompes algo en Arco...

Mucho público en el día en que los Reyes visitaron la feria artística, una mujer rompió una pieza y los artistas leoneses y la galería Cubo Azul tuvieron una excepcional acogida

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C. Fanjul / V. Viñas - madrid
León

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La visita de los Reyes y un mayor espacio expositivo colapsaron ayer Arco, en una de las ediciones -la 27- que podría batir un récord de visitantes. Literamente, la feria, en el día reservado a coleccionistas y profesionales, parecía la Castellana en hora punta. La planta noble , reservada a las galerías de renombre, apostó por artistas consagrados. Poco riesgo y menos arte emergente. La única galería leonesa en Arco, Cubo Azul, contó ayer con el apoyo de la concejala de Cultura del Ayuntamiento de León, Evelia Fernández, quien, con su presencia, quiso respaldar el esfuerzo de Laura Gutiérrez por abanderar el arte contemporáneo. Cubo Azul llevó a la cita madrileña a tres de sus artistas: Marta Serna, Carlos Coronas y Rafa Sendín -cuya obra fue adquirida por la Junta de Extremadura-. Los artistas leoneses presentes en Ifema -García-Alix, Bruno Marcos, Daniel Verbis, Pablo García, Ruth Gómez y Eduardo Arroyo- tenían en la mayoría de sus obras el punto rojo que indica que habían sido vendidas. Minutos antes de que la comitiva de seguridad acordonara uno de los pasillos de la feria se escuchó un gran estruendo. Una mujer de mediana edad, que trataba seguramente de ponerse en primera línea para ver a los Reyes, tropezó con una pieza de la galería Rudiger Schottle, de Munich, y la destrozó. La pieza, consistente en varios espejos «montados» unos sobre otros, con unos pequeños caracoles, quedó echa añicos. La mujer, inicialmente, trató de «hacerse la loca». Los responsables de la galería le pidieron sus datos, previsiblemente, para pasarle la factura. Ella insistió: «¿Quién me asegura que la obra no era así? ¿Tienen ustedes fotos de cómo era?». Los dueños de la galería alemana no daban crédito... Dos horas después, seguían enzarzados en una discusión que parecía no llevar a ninguna parte. Algunos stands, como el de la conocida galerista Juana de Aizpuru, estaban tan colapsados que, si no fuera por el precio, cualquiera creería que estaban de rebajas. Por los pasillos, muchos «expertos» aconsejando a adinerados y ávidos japoneses en qué artistas invertir. A diferencia de otros años, los stands estaban atendidos por azafatas en lugar de por los propios artistas. Mucha gente -de la que no sabe que hay crisis económica- y arte poco arriesgado... por si acaso.

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