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Publicado por
JOSÉ JAVIER ESPARZA
León

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PODRÍA HACERSE un telemaratón de zapeo con las frases que los políticos pronuncian creyendo hablar a micrófono cerrado, desde el histórico «remamahuevos» de Nicolás Redondo (padre) hasta el no menos legendario «manda huevos» (cuánto tópico ovoide) de Federico Trillo, pasando por el «este Blair es gilipollas, ¿no?» de José Bono. Lo último ha sido esa desprevenida confesión de Zapatero a Gabilondo sobre su interés en que haya «tensión». La confesión venía incluida en la cinta que Cuatro pasó a los demás medios con la entrevista del otro lunes al presidente del Gobierno; al editar la pieza, alguien conservó los segundos posteriores al cierre, con una conversación confidencial entre entrevistador y entrevistado, y fue ahí donde Zapatero resbaló. El propio palacio de La Moncloa se apresuró después a dar explicaciones sobre el contexto de semejante declaración, pero, aún más tarde, alguien ha podido hacerse con los segundos posteriores del audio, contradiciendo la versión del Gobierno. Tenemos aquí un nuevo argumento político para la precampaña al que sin duda sabrán sacar partido los comentaristas de la cosa. En el plano televisivo, el episodio suscita algunas reflexiones de interés. Primera: ¿es tolerable dar publicidad a una frase pronunciada en privado? A nadie le quepa duda de que sí: es tolerable y además es necesario, si el autor es nada menos que un presidente de Gobierno y el contenido de la frase en cuestión afecta al interés general. La continencia sobre el propio verbo es una exigencia que el político debe aplicarse a sí mismo; por el contrario, la misión del periodista consiste, entre otras cosas, en aprovechar la incontinencia (verbal) del poderoso. Hay una cosa que se llama off the record y que consiste en que alguien te cuenta algo para que tú no lo cuentes a tu vez; es cabal respetar las condiciones del pacto, pero las cláusulas cambian cuando te exhibes desnudo en la plaza pública, que es lo que le ha pasado a Zapatero. En un oficio de porteras como es este nuestro, lo natural es esperar que el desliz se conozca hasta en el último rincón del globo, y mala cosa sería que así no ocurriera. Otro aspecto del asunto es la situación en la que queda Gabilondo, destinatario íntimo de las confidencias estratégicas del presidente. A estas alturas nadie pretenderá presentar al veterano periodista como testigo neutral de la lucha política; sería absurdo y, además, sería innecesario, porque Gabilondo tiene todo el derecho del mundo a colgarse las siglas que más le gusten. En todo caso, ahora se abre un nuevo objetivo para la curiosidad periodística, porque quién de verdad tiene una entrevista es Iñaki: para contarnos cuántos secretos más le ha confiado el presidente. Por la boca muere el pez.