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Periodista y escritor

«Los escritores se dedican a escribir porque no saben vivir»

El escritor de origen leonés publica «Los crímenes del Museo del Prado», libro trepidante en el que el autor sacude los pilares de las novelas del género negro con humor e inteligencia

León

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Una trama inteligente, un desarrollo demoledor y un desenlace insospechado. Es lo que promete la nueva novela de Tomás García Yebra, Los crímenes del Museo del Prado (editorial Funambulista). El escritor y periodista de origen leonés, jefe de Cultura de la agencia de noticias Colpisa, recupera la mejor tradición esperpéntica en un libro que difícilmente encaja en ningún género y del que «no sale vivo, lo que se dice vivo, nadie». Acaso tampoco el lector... -¿Qué busca en la literatura que no le ofrece el periodismo? -Esta novela, en gran medida, cuenta la trastienda de la profesión. Es decir, qué métodos emplean algunos periodistas y algunos fotógrafos para hacer atractiva una información o un reportaje. -Dice Luis Mateo Díez que él escribe las novelas que le gustaría leer, ¿le ocurre a usted igual? -Yo creo que los escritores se dedican a escribir porque no saben vivir. Lo normal es vivir. Cuando no te llevas bien con la vida, o con el prójimo, te vengas a través de las palabras. -«Los crímenes del Museo del Prado» mezcla la mejor tradición esperpéntica con la tragicomedia, el thriller... ¿La novela va dirigida a quienes les gusta el género negro pero están hartos de policías e investigadores sabihondos? -Es una novela policíaca que tiene poco que ver con las novelas de este género. Hay unos cuantos asesinatos y una mano asesina, pero lo entretenido es averiguar quiénes son los «muertos» reales, pues algunos de los personajes están inspirados en la realidad. Le diría que de la novela, vivo, lo que se dice vivo, no sale nadie. -Los personajes tienen nombres absolutamente irónicos como Mariano Larra (un periodista), Fran Kapa (fotógrafo), Mavi Lacalle (guía turística)... -Mariano Larra es el alter ego de Mariano José de Larra. Su carácter, sus pasiones, sus manías, su vestimenta, todo responde a la personalidad de este escritor romántico. Me documenté mucho, como también me documenté para contar las entretelas del Museo del Prado. -¿Sigue de algún modo la estela de Eduardo Mendoza? -Hace años, en una entrevista, dije que Unamuno me enseñó a pensar y Azorín a escribir. Son mis dos grandes referentes literarios. También he aprendido mucho de Delibes, Baroja y Umbral. He leído pocas novelas policíacas. Las que más me gustan son las de Sherlock Holmes y las protagonizadas por Plinio, el inolvidable personaje creado por Francisco García Pavón. -Usted es de los que piensa que no hay que enganchar al lector desde la primera línea, sino que los buenos escritores no deben captar al público, se lo tienen que quitar de encima.... -Esa es una frase que pongo en boca de Larra. Una frase provocativa, porque Larra era muy provocativo. -En el libro subyace una crítica al género sensacionalista. ¿Cuánto daño ha hecho la prensa rosa en este país? -Tampoco hay que magnificar el daño que pueda hacer la prensa rosa. Más daño hace un telediario que omite noticias importantes, o que tergiversa lo que está ocurriendo. -¿Cuál es su vinculación con León? -Mi abuelo paterno nació en Riego de Ambrós y la familia de mi madre procede del microscópico pueblo de Yebra. Es decir, tengo sangre berciana por ambos lados. Este verano hice con mi mujer y mis hijos un viaje por aquellas tierras. Me hacía ilusión que conocieran mis orígenes. Establecimos el cuartel general en Molinaseca, en el hotel De Floriana, donde nos trataron de maravilla. Además tienen una cocina y un servicio de hotel de cinco estrellas. Desde allí hicimos varias excursiones. A mi mujer y a mis hijos les impresionó, sobre todo, el Valle del Silencio y las Médulas. A mí me emocionó regresar a Riego de Ambrós, donde todavía queda gente mayor que recuerda a mi abuelo (salió del pueblo a los trece años para entrar de aprendiz en una carnicería de Madrid), y también el viaje a Yebra, por lo que supone de aventura llegar hasta allí en coche. -¿Es pariente de Valentín García Yebra? -Somos muy amigos y nos gusta creer que en tiempos remotos debimos de tener familiares comunes. Él nació en Lombillo de los Barrios, al lado de Molinaseca. Aprovechando la excursión fui a hacerle una visita y pasamos una mañana juntos. Don Valentín me contó un día el origen del apellido Yebra. Es muy curioso. A él, a su vez, se lo contó Ramón Menéndez Pidal. Yebra, según Menéndez Pidal, procede de la palabra hebrua, que en celta significa tejo. El pueblo de Yebra, por lo visto, estaba rodeado de estos árboles. -¿Cuántos enemigos se ganó con su libro «Desmontando a Cela»? -Unos cuantos, con Marina Castaño, su viuda, a la cabeza. -Da la sensación de que le gusta desenmascarar a ilustres que no lo son tanto. -Tengo un gran respeto por el Cela escritor. Su Pascual Duarte y su Viaje a la Alcarria se seguirán leyendo por los siglos de los siglos. Esa prueba, la del tiempo, la superan muy pocos. -Con su trabajo en la agencia Colpisa, ¿cómo le queda tiempo y ganas de escribir literatura? -Cuando uno tiene pasión por algo, siempre encuentra tiempo. El entusiasmo es el gran motor de la vida.