EL INVENTO DEL MALIGNO
Debate
PARECE QUE el asunto del gran debate electoral entre Zapatero y Rajoy está ya definitivamente perfilado: la Academia de la Televisión será la que emita la señal y todo el que quiera la retransmitirá libremente, tanto por televisión como por Internet y radio. Es una buena solución. Se cierra así una larga y áspera negociación entre PSOE y PP. El PSOE quería hacer el debate en TVE y en una privada, y el PP, en Antena 3 y Telecinco. Esta solución de la Academia parece satisfactoria: añade al acontecimiento una importante atmósfera de neutralidad, porque se trata de una institución, sobre el papel, ajena a compromisos políticos, aun cuando las inclinaciones de Campo Vidal no sean ningún secreto -pero aquí no se trata de inclinaciones, sino de profesionalidad-. Y a la Academia de la Televisión hay que felicitarla por la iniciativa, porque supone un salto importante para la institución: pasa del marco exclusivamente corporativo a la vida pública en el mayor rango posible. A fecha de hoy, el plan es éste: dos debates de noventa minutos cada uno, sin cortes publicitarios, los días 25 de febrero y 3 de marzo. Aún no es seguro el nombre del moderador, pero todo apunta a Manuel Campo Vidal en calidad de presidente de la Academia; recordemos que Campo presentó también el debate entre González y Aznar en 1993. ¿Dónde podremos verlo? En principio, en todas partes menos en Telecinco. La Sexta, TVE y Popular TV, entre otras, ya han dicho que lo emitirán. Antena 3 y Cuatro han puesto una condición: que la señal y el moderador sean neutrales, es decir, que el debate no venga amadrinado, directa o indirectamente, por una cadena rival. Sólo Telecinco ha dejado claro que no ofrecerá el debate. Sus razones son de índole estrictamente comercial: como va a ser una pieza de emisión libre, los índices de audiencia quedarán forzosamente muy repartidos, así que no habrá negocio. Hay razones que no conviene exponer con demasiada claridad, aunque sean ciertas. Esa justificación de Telecinco guarda perfecta coherencia con el carácter que esta cadena ha adoptado, pero es un tanto decepcionante: guste o no a los empresarios de la pantalla, la televisión -toda ella, también la privada- tiene una dimensión de servicio público que subyace a la legitimidad de su negocio; subordinar de una manera tan primaria el interés general a la rentabilidad económica equivale a romper solemnemente con cualquier tipo de compromiso social. ¿Se han dado cuenta en Telecinco de que, si contraprograman el debate con cualquier producto de éxito, van a quedar como enemigos de la vida pública y como saboteadores de la democracia? Ellos, en fin, sabrán lo que hacen.