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Publicado por
JOSÉ JAVIER ESPARZA
León

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LA SEXTA estrenaba este domingo, en horario de privilegio, Salvados por la campaña , un programa de humor colgado de la campaña electoral. Lo ejecuta -es el término apropiado- Jordi Évole, un humorista que desde el año 2000 -el del efecto- trabaja como guionista con Buenafuente. En la troupe de Buenafuente, Évole, además de sus guiones, desempeña el papel de El Follonero, que es algo así como la guinda gamberra de una tarta gamberra; por eso hay quien considera que Évole repite como el ajo. Sólo habrá dos Salvados por la campaña : el de este fin de semana pasado y el del próximo domingo; después, habrá elecciones. El programa consiste en hacer risas sobre la campaña electoral provocando situaciones chocantes, cómicas o extravagantes. Hay de todo: entrevistas a políticos, irrupciones en actos públicos, trampas en la organización de los mítines, etc. El resultado es divertido, evidentemente. Ahora bien, la naturaleza del programa es francamente dudosa. Quiero decir que una campaña electoral, después de todo, es algo bastante serio. Por supuesto que es factible tomárselo a broma, e incluso es probable que sea necesario hacer tal cosa. Ahora bien, el espacio para las bromas sólo se justifica si al mismo tiempo hay un espacio mayor para las veras, y eso es algo que en La Sexta no abunda de manera particular. Es verdad que en esa cadena hemos tenido programas de carácter técnico sobre los intríngulis de la mercadotecnia electoral, pero éstos, en realidad, no han abordado la materia política, sino sólo el aspecto profesional de las estrategias de comunicación, lo cual es tanto como juzgar Las Meninas por la calidad del marco o la solidez del caballete. En lo propiamente político, la contribución de La Sexta se limita al conocido parti-pris de sus informativos, que huyen de cualquier apariencia de neutralidad como alma que lleva el diablo. Esa posición es del todo legítima, por supuesto, pero hace que uno vea con cierta desconfianza ejercicios como el de Salvados por la campaña . Es que, si hubiéramos de describir el paisaje de la democracia española a partir de la imagen que nos ofrece La Sexta, el dibujo sería este: un ritual trucado por los magos de la imagen, que manipulan la comunicación política, y poco digno de crédito, que realmente merece ser tomado a chacota y cubierto de sarcasmo; por fortuna, los servicios informativos custodian la verdad. Es cierto que la democracia española no siempre da razones para que nos la tomemos en serio, pero esta reducción de la vida pública a una mezcla de sofística audiovisual y risibles espectáculos de masas tampoco es el mejor camino para dignificarla.

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