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La huella de los Evangelios Apócrifos se rastrea en el sepulcro del rey Ordoño II

Publicado por
Cristina Fanjul - león
León

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En los primeros siglos de la iglesia surgieron los Evangelios apócrifos, palabra que en griego significa escondido. Algunos grupos cristianos les dieron este nombre porque, según ellos, contenían enseñanzas ocultas de Jesús, que estaban reservadas sólo a los iniciados. Este carácter esotérico de algunos de ellos ha hecho surgir un gran interés por los evangelios apócrifos. Pues bien, en la Catedral hay rastros de estos escritos. Se trata del sepulcro del rey Ordoño II. Detrás del Altar Mayor y frente a la capilla de la girola se encuentra la tumba del rey al que se debe el actual emplazamiento catedralicio. Y es en esta joya recientemente restaurada donde se encuentra uno de los pasajes de estos evangelios tan queridos por los buscadores de lo extraordinario. En él nos topamos con el episodio de la Crucifixión en el que Longinos clava la lanza en el costado de Jesús. Pues bien, en la escena puede verse con claridad cómo la sangre de Cristo cae sobre el ojo del romano que se lo tapa con una de sus manos. Este episodio sólo puede leerse en los apócrifos. Otra de las curiosidades es la existencia de una vidriera dedicada a Simón el Mago. Se encuentra en la capilla de San Antonio, y su historia aparece recogida en los Hechos de los Apóstoles, 8. Simón era un mago que practicaba sus artes en Samaria. Del nombre de este Simón proviene la palabra «simonía», que según el Diccionario de la RAE es la «compra o venta deliberada de cosas espirituales, como los sacramentos y sacramentales, o temporales inseparablemente anejas a las espirituales, como las prebendas y beneficios eclesiásticos». Por último, en la puerta de acceso al claustro se encuentra una de las escenas más curiosas de la iconografía religiosa. Se trata de una Anunciación en la que el artista explica al tiempo el misterio de la Trinidad a través de la Inmaculada Concepción.

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