El último «Adiós a la vida» de Di Stefano
El «tenor de la Callas», que brilló al lado de la soprano griega en la década de los 50, falleció en Milán a los 87 años
El próximo 24 de julio el tenor que fascinó durante décadas a millones de aficionados a la ópera en todo el mundo, con su voz de timbre tan personal y cálida expresividad que cuando se le escucha una vez jamás se olvida, cumpliría 88 años. Sin embargo las parcas han sido esta vez puntuales y tras permitirle una vida casi vegetativa durante los últimos tres años, ayer lo reclamaron inexorables para que acompañara para toda la eternidad a su partenaire artística, amante y amiga, María Callas. Giuseppe di Stefano fue uno de los líderes indiscutibles de la mágica y añorada generación de cantantes que la formaron nombres como Callas, Tebaldi, Milanov, Olivero, Corelli, del Mónaco, Bjorling, y tantos otros que han marcado la edad de oro de la lírica. Su voz brilló por encima de la de todos ellos por su luminosa vocalidad que le permitía sin esfuerzo alguno «recitar cantando», una técnica por la que la voz se subordina a la expresividad, lo que unido a un temperamento directo y comunicativo le permitieron dejar dictadas muchas lecciones del arte lírico a la mayoría de los mimados divos actuales. Quien esto escribe ha tenido, hace ahora seis años, la oportunidad de hacerle una larga entrevista en su casa de Milán, donde pudimos comprobar cómo su voz, pese al deterioro natural del tiempo, aún permanecía cálida e insinuante cuando, con el entusiasmo de un joven primerizo, entonaba algunos fragmentos de aquellas napolitanas que le hicieron único, demostrando que, para cantar bien, no se necesita juventud y ambición sino experiencia, sabiduría, inteligencia y sobre todo cantar con el corazón como siempre lo hizo Pippo. Considerado «el tenor de la Callas», a él nunca le molestó este apelativo como nos dijo: «Para mí es un piropo enorme» y siempre admiró y amó a la que fue su compañera ineludible en noches de ópera inolvidables. Ahí está su Des Grieux, su Cavaradosi, su Rodolfo, su Canio, Edgardo, Turiddu¿, y junto a estas sus fabulosas recreaciones en Rigoletto, Traviata», Il Trovatore, Aida y La Forza del destino, Turandot o su enloquecedor Nadir de Pescadores de perlas, donde su voz, de un lirismo arrebatador, logra uso diminuendos de auténtico reclinatorio. Di Stefano fue para la mayoría de sus compañeros una cátedra permanente de canto que ocupará siempre un lugar privilegiado dentro de la historia de la lírica y su legado una fuente inagotable de enseñanza y modelo sobre cómo aplicar el arte del canto a la ópera italiana. Con él se ha ido el último gran tenor de la historia. Di Stefano se encontraba en coma desde el 2004, debido a las heridas que le causaron varios atracadores que irrumpieron en su casa de Diani (Kenia). El tenor, en gravísimo estado, fue trasladado a Italia el 7 de diciembre de ese mismo año y poco después entró en coma.