EL INVENTO DEL MALIGNO
Muertes
EL VIERNES la pantalla se tiñó de muerte y ese color aún no nos ha abandonado. Es difícil tomar distancia respecto a los acontecimientos y enjuiciarlos como algo que no nos afecta, que no va con nosotros; como algo que sólo es televisión. Es tan difícil que incluso dudo que sea aconsejable, que esté permitido hacerlo. Pero veamos: desde las dos de la tarde hasta las siete y pico, la noticia era el asesinato de Isaías Carrasco; desde las siete y pico hasta las nueve, este crimen desaparecía de escena y la única noticia era el hallazgo del cuerpo de Mari Luz; a partir de las nueve, otra vez volvía al primer plano el asesinato de Isaías y Mari Luz, aunque compartía portada, quedaba después relegada a la crónica de sucesos. Lo llamativo de la operación era que, a lo largo del proceso, la televisión parecía reflejar a dos países distintos: en uno, el de los telediarios y los avances informativos, la noticia era el nuevo asesinato de ETA; en el otro, el de los programas de víscera, lo noticiable era lo de Mari Luz y el crimen de ETA dejaba de existir. Uno veía el rostro y escuchaba la voz de, por ejemplo, Juan Imedio al presentar Diario y medio, o de Pineda en Está pasando, y constataba que su mundo, el mundo de esos programas, era el del cuerpo sin vida de Mari Luz, y que era un mundo diferente al que, apenas unos minutos antes, nos había estado contando en sucesivos avances informativos el crimen de Mondragón. Dos mundos, en efecto, dos países. Y aun sería posible hablar ya no de dos, sino de tres países, si entre medias incluimos a la España del culebrón y la tele tonta de sobremesa, donde la vida sigue girando en torno a la frívola superficialidad cotidiana envuelta en mensajes publicitarios, sin sitio para nada que altere la rutina mema del telespectador. Esa era, en fin, la imagen del mundo que el viernes nos trasmitió la televisión. Profesionalmente hablando, la jerarquía es clara. El asesinato de Isaías es una noticia de alto valor objetivo no sólo por lo repugnante del crimen, sino también porque su contexto es el de la vida pública, porque nos afecta a todos, porque ese hombre ha sido asesinado para hacernos daño a todos. Por su parte, el hallazgo del cadáver de Mari Luz es una noticia muy triste, que también nos afecta a todos en la medida en que seamos capaces de desarrollar un sentimiento instintivo de compasión para con la familia, pero cuyo alcance se agota ahí, en el dolor privado de una familia sacudida por la tragedia. Sin embargo, el asesinato de Isaías quedará sublimado en la crónica política hasta desaparecer de escena -lo hemos visto otras veces-, mientras que lo de Mari Luz se prolongará durante días, en ese otro mundo visceral, a través de mil comentarios tan desinformados como ruidosos. La lógica de la televisión.