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Publicado por
JOSÉ JAVIER ESPARZA
León

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LAS PELÍCULAS de Steven Seagal arrastran merecida fama de ser uno de los más acabados ejemplos de descerebramiento producidos por Hollywood. Pese a ello (o, quizá, precisamente por ello) aparecen mucho en nuestra pantalla. No hay mes que no «nos echen» alguna historia de este sujeto, que ha construido un personaje de extravagante condición: un justiciero de grandes dotes violentas que envuelve sus mamporros en moralina humanitaria, ecologismo y pacifismo. Esta semana era TVE-1, la primera televisión pública, la que derramaba sobre su prime time del martes uno de estos productos descerebrados: En tierra peligrosa , perpetrada por el propio Seagal ya no sólo en el papel protagonista, sino también en la dirección y en la producción. El engendro es visualmente muy efectivo, porque está lleno de peleas y grandes explosiones. Pero si algo destaca en esta cinta es su carácter involuntariamente cómico, fruto de ese mismo descerebramiento esencial. La historia puede resumirse así: a) un siniestro industrial del petróleo amenaza con manchar las nieves de Alaska; b) los nativos del lugar sufren mucho; c) para evitar que se manchen las nieves y sufran los nativos, aparece Steven Seagal, héroe de la paz y el espíritu; d) el héroe de la paz y el espíritu hace estallar un depósito de explosivos en la montaña, derriba un helicóptero de los malos, mata a varias docenas de enemigos, incendia una refinería y hace volar una plataforma petrolífera, para terminar matando también al siniestro industrial; e) resuelto el problema, el héroe de la paz y el espíritu reúne a sus hermanos indios en democrática asamblea. No sé si a alguien, al escribir este guión, se le ocurrió evaluar los estragos causados por el héroe de la paz y del espíritu. Si hacemos balance, veremos que para evitar que se manchen las nieves y sufran los nativos ha habido que pagar un coste humano, material y ecológico parecido al de la primera Guerra del Golfo, todo eso sin señalar el disparate mayor: el crudo liberado por la destrucción del complejo petrolífero habrá llegado inevitablemente a las nieves inmaculadas, pringando a los sufrientes nativos. El viejo apotegma marcial del general Lyautey, «matar una mosca a cañonazos», se queda corto ante las exhibiciones de Seagal; lo de esta película es más bien matar pulgas con bombas atómicas, o en otros términos, cortarte el brazo para sanar la úlcera de una uña. Lo más prodigioso es que En tierra peligrosa conoció una secuela, de igual título y con el ordinal 2, cortada por el mismo patrón de acción violenta en defensa del medio ambiente, pero mucho más aburrida. Descerebrar, ya se ve, es un buen negocio. Lo alucinante es que nuestra televisión pública colabore.

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