Nostalgias
ESO DE QUE el concepto de tiempo es relativo lo sabían los poetas mucho antes de que Einstein le copiara a su mujer -tal dicen- la célebre fórmula de la teoría de la relatividad. Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es la televisión, y el agua presenta un aspecto u otro según el punto del curso donde el observador se sitúe. Ahora TVE se ha descolgado con un nuevo programa, Yo estuve allí , que se ha sentado a mirar el tiempo desde los años ochenta. Es un producto de Globomedia que presenta Carolina Ferre y que tiene entre sus guionistas a Javier Cansado. Se estrenó el sábado. La directora de programas de TVE, Eva Cebrián, que es la mujer-slogan, dijo en la presentación de Yo estuve allí que este es «un programa necesario para la televisión pública». Se le ha ido un poco la mano, ¿no? Primero, porque las cosas de la tele suelen ser más contingentes que necesarias, y luego porque la vida de TVE es perfectamente imaginable sin esta novedad. En todo caso, el programa tiene su gracia. En términos sociológicos, podríamos enunciarlo así: ha llegado la hora de la nostalgia para la «generación Felipe». Primero fue la nostalgia de la «generación Franco»; aún quedan restos en la programación convencional de Cine de barrio . Después se puso morriñosa la «generación Suárez», que ha orientado sus nostalgias mayormente hacia la elaboración de documentales sobre la transición. Ahora le toca el turno a la «generación Felipe», que rememora los ochenta con ese aire de superioridad moral que la caracteriza. En la mirada retrospectiva hay -en Yo estuvo allí aparecía a raudales- un evidente sentimiento de victoria. Pero que no se engañen: en realidad, a lo que estamos asistiendo es al inexorable paso del tiempo, que todo lo envejece por más body-shops que uno frecuente. Muy pronto, películas como La estanquera de Vallecas o las primeras cintas de Almodóvar no aparecerán en Versión española , sino en Cine de barrio , y la abuelita que nos contará aquellos maravillosos años ya no será Carmen Sevilla, sino, por ejemplo, Ana Belén. De momento, Carolina Ferre hace de puente entre las generaciones, y nadie negará belleza al viaducto. Si el cielo no se nos cae sobre la cabeza, como temía el buen Abraracúrcix, mucho antes de lo que pensamos tendremos en pantalla una serie tipo Cuéntame cuyo protagonista ya no será un niño del franquismo, sino un niño del felipismo. A ver cómo arreglan el trasunto del personaje de «don Pablo». Lo suyo sería inventar a un buscavidas de Sevilla que trafica influencias tomando cafelitos. Pero, por la entrevista que Yo estuve allí le hizo a Alfonso Guerra este pasado sábado, no parece que los nuevos nostálgicos estén por la labor.