EL INVENTO DEL MALIGNO
Roma
CUATRO ha llenado sus noches de Semana Santa con la serie Roma. Es bastante sorprendente. Todo el mundo está de acuerdo en que Roma es una de las mejores series mundiales de la última década. Este producto de la HBO (norteamericana) y la BBC (británica) es la serie más cara jamás filmada y una de las más galardonadas. Sobre Roma no hay que escatimar elogios: es una creación impresionante, de enorme calidad en todos los aspectos, impecable en ambientación histórica, dirigida sin tacha, perfecta en interpretaciones, con una narración muy bien pautada, magistral en la puesta en escena (véase, como ejemplo de excelencia, la escena del encuentro entre Antonio y el partido de Bruto tras el asesinato de César: dan ganas de congelar la imagen y quedarse admirando el cuadro), soberbia en su sentido del relato visual. Cada secuencia de esta serie es una lección de arte. Pero precisamente por eso llama la atención que Cuatro la haya ventilado en apretadas tandas diarias de dosis masivas, obligando al espectador a un esfuerzo excesivo. ¿Esperaban así retener al público ante la pantalla en días festivos? Es poco verosímil: más bien da la impresión de que han intentado quitársela de encima. De hecho, las tres primeras salvas, el jueves, apenas superaron el medio millón de espectadores, con cuotas de pantalla bajísimas. Un fracaso sin paliativos. Es verdad que la primera temporada de Roma tuvo resultados muy por debajo de lo que su calidad merece. Algo, por otro lado, bastante explicable en un país cuyo sistema de enseñanza ha abandonado hace largos años cualquier intimidad con la antigüedad clásica. Y eso que esta Roma de la HBO y la BBC echa mano con frecuencia de recursos muy elementales para atraer al espectador, tiñendo la descripción histórica con prejuicios y tópicos demasiado contemporáneos. Pero, para un español medio de hoy en día, la palabra Roma es un vocablo de oscuras resonancias a mitad de camino entre los futbolistas italianos y el peplum de Hollywood; podemos ahorrarnos, por obvia, la ausencia de referencias históricas para unas generaciones educadas en la convicción de que la historia del mundo se circunscribe a los avatares de su comunidad autónoma. Servirá de poco explicar a ese español medio que todo lo que él es, desde su idioma hasta la organización del suelo que pisa y la religión de sus padres, nació de esa vieja Roma. ¿Es esta ignorancia causa suficiente del fracaso de la serie de Cuatro? Seguramente, no, pero ayuda a explicarlo. Y por encima y por debajo de todas esas consideraciones, lo que tenemos es el evidente fallo de haber programado Roma en tandas de imposible digestión. Error tan evidente que parece obedecer a un propósito deliberado.