Solteronas
EN UNA página hipercomercial de Internet he visto un ejercicio curioso: una indagación sobre por qué las mujeres de las series de televisión tienden a ser solteras o a estar solas, incapaces de mantener una relación estable. Es verdad: la Grey de Anatomía de Grey , la Catherine Willows de CSI, la Cuddy de House , etc. Se trata en todos los casos de mujeres brillantes, inteligentes, con una vida profesional plena, y todas ellas se caracterizan por comparecer ante el espectador en soledad, «alérgicas a las relaciones estables», como dice esa web. Incluso las que tienen hijos, viven su maternidad de una forma como autista y en permanente zozobra. Por desgracia, la web se queda en la epidermis, no vaya a ser que a alguien le dé por pensar. Y sin embargo el asunto merece una pensada, porque es muy indicativo del tipo de personalidades que la televisión propone como modelos a la sociedad. Una dimensión del argumento es, evidentemente, la interpretación feminista: la mujer, para ser libre, tiene que desligarse de ataduras que no sean las del éxito personal, y éste se asimila al éxito profesional. Uno de los tabúes de la cultura social contemporánea es justamente ese de la supuesta superioridad de la mujer sola: si uno discute que el estado ideal de la mujer triunfadora es la soledad afirmativa, se expone a que le llamen reaccionario, y de poco sirve añadir que tampoco el varón que triunfa en solitario tiene por qué ser envidiable. Parece que mirar con desconfianza esa figura de la mujer sola es infligir un desprecio a la condición femenina en general. Sin embargo, el hecho es que el modelo ultrafeminista de la mujer-fuerte-y-sola es un calco exacto del modelo del varón-fuerte-y-solo, que por otro lado es un modelo decimonónico y romántico, muy moderno, más tributario del aire de los tiempos que de la condición sexual. Lo que es discutible aquí no es tanto (o no sólo) la circunstancia de que el solitario sea mujer o varón, como el hecho de que comparezca en soledad radical, dando a entender que el triunfo -social, profesional, etc.- es incompatible con una vida familiar o comunitaria concreta. Y es que lo mismo les pasa a los personajes masculinos de todas esas series: Grissom, Caine, Malone (el de Sin rastro ) o House (por supuesto) son individuos que no tienen más vida que la profesional. El modelo que se propone a la gente es cristalino: un puro individualismo donde el éxito es incompatible con cualquier relación estable con el prójimo. Esa entrega absoluta a la función laboral se identifica con la emancipación del sujeto. Ya lo había visto Jünger en El Trabajador . Pero a Jünger no se le pasaba por alto la pregunta marxiana: mientras nos vamos emancipando a fuerza de trabajar, ¿quién se queda con las plusvalías?