«SMS»
ERA el nombre de una serie juvenil: SMS , uno de esos relatos para adolescentes que ensalzan los defectos del púber, de manera que éste pique en el anzuelo y consuma el producto. El circo de Pinocho, en fin. Pero SMS es también, como todo el mundo sabe, el nombre de los mensajes por móvil, género de comunicación que a fuerza de abreviaturas ha llegado a crear un código específico. Como los que más frecuentan el método son los jóvenes, el lenguaje SMS está siendo considerado como «el lenguaje de los jóvenes», y ese era el título del reportaje que este sábado ofrecía Informe Semanal a propósito de cierto congreso celebrado en San Millán de la Cogolla (SMC). El congreso fue muy sonado porque la princesa Leticia (ltzia) amagó una como defensa del lenguaje SMS, otorgando al código una dignidad académica (acdmca) insospechada. Sobre esa perspectiva abundó Informe semanal (infsnal) planteando la pregunta (¿) del millón: «¿Qué predomina, la creatividad o la destrucción de la lengua?» (¡bum!). No faltan eruditos dispuestos a decir que asistimos al nacimiento de un nuevo lenguaje. Para esta gente, estamos ante una «revolución imparable» (nonstop) del idioma. Las cámaras de infsnal acudieron a una escuela donde una comprensiva maestra interrogaba a sus alumnos (l peña) sobre el lenguaje SMS, porque «hay un tremendismo con que os vais a cargar la lengua». Desde una visión más completa de la Historia, el director de la Real Academia Española, Víctor García de la Concha, recordaba algo esencial: hay abreviaturas desde que hay lengua, y eso lo saben cualquier filólogo y cualquier arqueólogo; la cuestión reside en que una cosa es la abreviatura y otra la norma, y sólo ésta permite que la abreviatura se entienda. Por eso no tiene sentido elevar la abreviatura a norma. Yo creo que al reportaje de infsnal le faltaba algo importante: un contexto para dar valor a la narración. Hay dos formas de entender el progreso: la burda y la fina. La fina consiste en pensar que es bueno que las cosas marchen hacia algún lugar determinado de antemano. Por ejemplo, si pensamos que la lengua sirve para que la gente se entienda, entonces el progreso consistirá en que la lengua vaya siendo cada vez más eficaz, también más perfecta y más bella. Inversamente, la forma burda de entender el progreso consiste en pensar que el mero fluir de las cosas es bueno de por sí, que todo cambio es siempre para bien, y que lo importante no es adónde nos dirijamos, sino el mero hecho de que todo circule muy deprisa; en ese caso, cualquier cambio en la lengua será bueno por el mero hecho de ser cambio. Nada más que decir, salvo esto: «ai xas + imptes dq ocparse». Está claro, ¿no?