Diario de León
Publicado por
JOSÉ JAVIER ESPARZA
León

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PREGUNTA de un lector: «¿Por qué no ha dicho usted nada de lo de Pajares, que la otra noche dio el numerito en Antena 3?». Pregunta complicada. Respuesta a bote pronto: por compasión. Andrés Pajares, en efecto, estuvo el viernes por la noche en Dónde estás corazón , el desolladero rosa de Antena 3. Estuvo allí hora y media; yo sólo vi media hora. Esa media hora me bastó para verificar que el argumento podría resultar muy interesante desde el punto de vista del cotilleo, pero poco más. ¿Qué hizo o qué dijo allí Pajares? Básicamente, contar en primera persona una tragedia atroz donde él era el protagonista asediado por las fuerzas del mal y su extravagante familia constituía el núcleo de las fuerzas del mal propiamente dichas. Todo ello entre latigazos de desdén, suspiros de odio, hipidos, algún sollozo y frecuentes cañonazos contra los periodistas que lo entrevistaban. Estos, por su parte, daban hilo a la cometa en la acertada certidumbre de que la rentabilidad del espectáculo estaba asegurada. A algún colega le he oído después que el lance fue tan triste, tan patético, que Antena 3 tenía que haberlo interrumpido, porque era evidente que ese hombre no era dueño de sus actos. El argumento es piadoso, pero deliberadamente gratuito: tal y como está la tele, ningún canal detendría un espectáculo así, al contrario. Digo más: realmente me pregunto si el propio Pajares no había ido allí precisamente a eso, a escenificar su propia desdicha, que por otra parte no es ficticia, sino muy real. Ahora había que preguntarse cómo ha podido Pajares, un actor de enorme fama y gran éxito popular, acabar en una situación tan lamentable. Esta parte de la historia la conocerán perfectamente quienes hayan seguido en los últimos años el tremendo culebrón de esa familia. Yo, quizá como usted, sólo sé que el entorno familiar de este señor, en pleno y probablemente sin excepción, lleva años pasando por la tele todas las semanas para echarse estiércol encima. De ese entorno, todos han aparecido allí por el único mérito de ser precisamente entorno de Pajares, sin otro oficio conocido. Es difícil saber hasta qué punto pudo empezar todo como un negocio más, una variante como cualquier otra de ese tipo de parasitismo tan característico de la tele y que igualmente rentable resulta para el parásito como para el huésped. Lo único constatado sin duda posible es que el huésped, esta vez, ha quedado completamente arruinado por los parásitos. Lo que apareció allí, en la cámara de los horrores de Cantizano, fue un hombre aniquilado. Un desastre al que no es ajeno el negocio de la televisión.

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