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León

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UNA mirada basta para acabar con la inocencia de un niño. Antonio Gamoneda ha debido soñar muchas noches con aquellos ojos vacíos de esperanza de decenas de presos desfilando bajo su balcón. La pestilencia de la muerte, los gritos desgarradores de unas mujeres valientes y terriblemente abandonadas... También Juan Gelman conoce la miseria humana en toda su hondura. Su propio hijo y su nuera -embarazada de siete meses- fueron víctimas de esa bestia cruel e infame que fue la dictadura argentina. Para ninguno la poesía ha sido un bálsamo, sino un compromiso. La suya es la verdad del sufrimiento. Lo dijo el otro día el ministro de Cultura y también poeta, César Antonio Molina, al asegurar que el lenguaje de Gamoneda y el de Gelman es «poética y semánticamente subversivo». Es la poesía de la verdad, de la vida y de la muerte. En ocasiones, el único grito en defensa de la dignidad humana y de los desposeídos...