«Noticia a todos los pueblos de la provincia de León»
«Llegó por fin, honrados Leoneses, el suspirado día en que tomando las armas; acreditéis al universo que sois hijos dignos de los Héroes que en otro tiempo lo aterraron. Ya estamos en este feliz día en que el Dios de los Ejércitos puso en nuestras manos la defensa de su Ley y de la Patria. Su infalible Providencia que ha encendido el noble fuego que abraza vuestros corazones, preparaba la ocasión que os presenta para que desfoguéis el torrente impetuoso de vuestro patriotismo. Su Omnipotencia os protege, y nadie vence al que es omnipotente. Su sabiduría os ilumina, y nunca desampara al que defiende la justicia. Como la atroz perfidia que han cometido con nosotros los franceses excede todos los grados conocidos de la maldad del corazón humano, solo el autor del mal en el universo puede pintárosla con el horrible aspecto que se merece para excitar vuestra justa indignación. Patria, Religión, familia, propiedades, todo perece en manos de estos viles traidores. Corramos precipitadamente a oponernos a tan sacrílega usurpación. Es segura la victoria. Solo ellos confían en nuestra inacción llamándonos Leones dormidos: tiemblen al ver que hemos despertado. (...) Todas las provincias que antiguamente compusieron el glorioso Reino de León no aguardan más que les intimemos la rendición para unirse a nosotros y defender la causa de Fernando o de nuestra independencia. Suplid con vuestra pronta preparación las dilaciones necesarias, que exige el arreglo de un buen orden para lograr con fruto el fin honrado a que aspiramos. Lograrémosle sin duda, porque al alma fuerte todos son recursos. No tememos morir en defensa de la Patria, y a quien no teme morir, nada importan los intereses. Corred, volad. Rugió el León: todo el mundo tiemble». (Primera sesión de la Junta del Reino de León, datada el 1 de junio de 1808)