«Sólo se puede contar cabalmente lo que nunca ha sucedido», argumentó durante el acto
El académico Javier Marías considera «pueril y absurda» la labor del novelista
El autor de «Todas las almas» pronunció ayer su discurso de ingreso, respondido por Francisco Rico
Ingenioso, desenfadado, irónico, brillante. Así fue el discurso que pronunció el escritor Javier Marías (Madrid, 1951) en la Real Academia Española, institución de la que ya forma parte. «Nuestra labor (la del novelista) no solamente es pueril, sino absurda, una especie de trampantojo, un embeleco, una ilusión, una entelequia y una pompa de jabón», dijo el autor de Todas las almas . Aunque es la novela la que le ha llevado hasta la RAE, explicó que «en el fondo, está destinada al fracaso y además es casi imposible». «Si ustedes me apuran, y me permiten la exageración, hasta me atrevería a decir que contar, narrar, relatar es imposible, sobre todo si se trata de hechos ciertos, de cosas de verdad acaecidas», añadió en la ceremonia de su toma de posesión. A su juicio, el escritor introduce un «inevitable punto de vista» y una «inevitable subjetividad que deforma, tergiversa, distorsiona y contamina aquello que quiere contar». Ante un nutrido auditorio presidido por el ministro de Cultura, César Antonio Molina, académicos y personalidades del mundo cultural y político, Marías recordó a su predecesor en el sillón «R», Fernando Lázaro Carreter. «Quitó algunas telarañas a la Academia, le lavó la cara, la modernizó y consiguió algo que parecía improbable durante algún tiempo: que la Real Academia dejara de ser percibida por el grueso de la población como algo levemente rancio, más bien sesteante, casi ornamental y vagamente inoperante». También alabó los artículos del antiguo director de la RAE. «No llegué a conocerlo en persona, así que ignoro si él tenía en poco o en más su producción periodística, pero, fuera como fuese, en ella consiguió su mayor proeza pública: en los artículos reunidos en El dardo en la palabra y El nuevo dardo en la palabra logró lo inverosímil: que los perezosos españoles se interesaran por cuestiones lingüísticas». En homenaje a su antecesor, ironizó sobre las «últimas aportaciones» de la televisión. «Hace poco oí que una persona había sufrido 'lesiones incompatibles con la vida', lo cual es una ridiculez». Autocrítica y salvación A lo largo de la lectura insistió en la imposibilidad de trasladar la realidad al papel, tarea que intentaron muchos cronistas, como «el gran» Bernal Díaz del Castillo. «La sola transposición a palabras de unos acontecimientos está traicionando por fuerza esos acontecimientos», argumentó. «Lo que uno ve y vive es por definición fragmentario y sesgado, y la simple ordenación de los vocablos y frases que uno emplea en la relación de algo es ya una infidelidad de ese algo». A pesar de esta autocrítica y autoflagelación -y como bien apuntó Francisco Rico en su respuesta-, Marías «salva» la labor del novelista en las últimas líneas de su discurso. «Pese a esa puerilidad con la que inicié esta disertación, pese a sus trampantojos y sus ilusiones, el novelista que inventa es el único facultado para contar cabalmente, a diferencia de los cronistas, historiadores, biógrafos, auobiógrafos, memorialistas, diaristas, testigos y demás esforzados de la narración abocados a fracasar». Y apostilló: «Pese a todas las dificultades, seguramente seamos los únicos que podamos contar sin atenernos a nada y sin objeciones ni cortapisas, o sin que nadie nunca nos enmiende la plana ni nos llame la atención y nos diga: 'No, esto no fue asó'». En su intervención, Rico aludió a Juan Benet -escritor muy admirado por Marías y por él mismo- y recordó las vivencias que compartieron con el autor de Volverás a Región . A mitad de su discurso definió al flamante académico como «un gran mirón». «Tiene una increíble capacidad de captación fotográfica, fonográfica y cinematográfica. En sus páginas se nos ofrece una estupenda galería de pirados varios, individuos estrambóticos y tipos raros». En su opinión, el rasgo más notorio de la obra del nuevo académico es su «carácter centrípeto». «Por encima de las situaciones, que se multiplican, y de los personajes, que aparecen y reaparecen, el argumento último de las novelas de Javier Marías es la mirada de Javier Marías».