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Publicado por
JOSÉ JAVIER ESPARZA
León

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DOMINGO, ocho de la tarde en Telecinco, Está pasando: la pantalla enseña obstinadamente las tetas de una joven. La noticia es que, según una conocida revista española de pensamiento que exhibe a la joven en portada, esa chica es sobrina de un cardenal y con su exhibición pretende criticar al purpurado. A partir de ahí, los contertulios se entregan a una pertinaz crítica del cardenal. Argumento base: las tetas de la chica, que, por supuesto, siguen en pantalla. Es un tanto sorprendente. Primero, sorprende que se use el reclamo mamario para vestir un programa a las ocho de la tarde de un domingo. El problema, evidentemente, no son las tetas, sino el horario. Este es el tipo de cosas que luego se computan como vulneraciones del código de autorregulación, pero no pasa nada, porque los que hacen la trampa son los mismos que han hecho la ley y también los mismos que se juzgan a sí propios, de manera que la queja nunca llega al río. Y después sorprende el empleo de la protuberancia como arma arrojadiza contra un pariente de la enseñante, o sea, la teta de destrucción masiva. Imaginemos por un momento que, andando el tiempo, una sobrina nieta de un presidente del Gobierno da en posar en cueros en esa conocida revista española de pensamiento. ¿Imagina alguien que la foto fuera empleada expresamente para desacreditar al tío abuelo de la aliviada? Ni siquiera la oposición utilizaría la teta de destrucción masiva. Y no porque en la política española impere la cortesía -cosas peores hemos visto-, sino porque la vinculación entre la teta y el pariente es demasiado lejana como para tomársela en serio. Nadie dude, por otra parte, de que inmediatamente saldrían defensores del injuriado, como es de ley. En la opinión pública española hay muchas reacciones de ese tipo, y eso no es malo: hay defensores de los animales, del cambio climático, de las cañadas reales, de los sindicatos «de clase», de los supermercados, del pequeño comercio, de las víctimas de negligencias médicas, de los transexuales. Todos ellos intervienen en caso de conflicto, y así se consigue que la vida pública mantenga una apariencia de pluralidad. No ocurre lo mismo, sin embargo, en el caso de ciertas instituciones cuya defensa nadie o casi nadie enarbola. Una de esas instituciones es la Iglesia. Hace poco me decía un significado «cerebro» de Telecinco que a Está pasando, cualquier día, le cambiarán el nombre; lo titularán Se está pasando. Es verdad, pero de eso viven. A ver si los del Código les dicen algo. Por lo de la teta.

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