Hustle
LA SEXTA ha estrenado Hustle , una serie británica sobre timadores de guante blanco. Hustle quiere decir en inglés la movida (eso dice la promoción española del producto), y el término pretende designar la atmósfera de movilización de ingenio y delito que crean los protagonistas con sus tejemanejes. La serie la ha inventado Tony Jordan y la ha producido la casa Kudos Film & Television para la BBC. Su historia recuerda mucho al ambiente de clásicos como El golpe u otros productos más recientes como Oceans's eleven : un grupo de simpáticos y elegantes estafadores planea dar un gran golpe; la simpatía de los protagonistas hace que el espectador se ponga de su parte desde el principio; por otro lado, los timadores siempre escogen como víctimas a gente que no merece otra cosa, ya sea por codicia, ya por vicio o por cosas peores. Los estafadores se rigen por un código que empieza diciendo que «No se puede estafar a un hombre honesto» y termina proclamando que «No todo es dinero». Con esos mimbres, la situación termina entrando en la conocida conseja popular de que «quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón». Esa moralidad elemental e implícita se extiende a todo el relato: por ejemplo, el líder de la banda, Micky Bricks Stone (el actor Adrian Lester), es un ex presidiario, pero si ha estado en la cárcel es porque agredió al novio de su ex mujer, es decir, un delito tolerable para el sentir popular. A partir de ahí, el grupo protagonista de 'Hustle' se completa con una sugestiva mujer de bandera (con una triste historia detrás, como es prescriptivo), un técnico de portentoso cerebro y gris eficiencia, un impulsivo novato algo chapucero, un veterano aquejado de ludopatía y un comprensivo barman; tipos todos ellos de lo más tópico pero, precisamente por eso, de eficacia garantizada en la construcción de relatos de intriga y acción. Hustle es una buena serie, aunque, sinceramente, creo que la aureola que se le ha adosado es bastante desproporcionada. Su puesta en escena es brillante, los guiones están muy bien trabajados y su sentido del ritmo es prodigioso, y por eso se sigue con mucha facilidad; pero las interpretaciones son demasiado estáticas (incluso en las escenas de acción), los personajes están dibujados con trazos poco finos y las relaciones entre ellos son absolutamente previsibles. Los actores que deberían dar consistencia a la salsa, como el veterano Robert Vaughn (el ludópata) y algunos ocasionales secundarios de dilatada carrera, se limitan sin embargo a interpretarse a sí mismos, lo cual siempre crea una impresión desagradable. No es la mejor serie anglosajona que ha adquirido La Sexta. Pero es un producto de buen nivel, que los aficionados a las series dignas verán sin desagrado.