El hormiguero
UNO de los programas de más éxito de Cuatro es El hormiguero , un producto de Gestmusic que conduce Pablo Motos y al que la cadena ha confiado la apertura del 'prime time' de lunes a jueves, con edición singular los sábados. Podemos decir que entre los programas de entretenimiento que tenemos ahora mismo en pantalla es el más eficaz, si no simplemente el mejor. Su combinación de humor, actualidad y espectáculo resulta muy convincente. Tiene secciones desternillantes que, además, todavía logran enseñar algo, como los descabellados experimentos químicos de Flipy, que cualquier día le darán algún disgusto a alguien, pero que, de momento, son un auténtico parque de atracciones. Todo el programa, en general, exhibe un ritmo excelente, sin ceder ni un minuto. La presencia de invitados de relumbrón -la otra noche, por ejemplo, Susana Grisso- le da más peso, sobre todo cuando los famosos entran en el juego. Y la pieza final, el Vete a dormir , se ha convertido en un auténtico éxito popular. Con El hormiguero ha pasado algo llamativo, y es que hace pocos meses protagonizó una polémica de lo más estúpido al distribuir una cuña publicitaria que ofendía los sentimientos religiosos de la gente. La cosa consistía en una parodia del Evangelio donde se atribuían papeles a Judas, Pedro y, por supuesto, Dios. No deja de ser chocante que se pueda considerar «recurso cómico» algo que deliberadamente va destinado a hacer escarnio de las convicciones más profundas de una buena porción de ciudadanos; también choca que ese escarnio vaya siempre en la misma dirección, porque, evidentemente, nadie imaginaría una parodia del islam en nuestra tele. Lo peor, con todo, fue la reacción de la cadena, Cuatro, cuando una emisora católica se negó a emitir la cuña publicitaria de marras: Cuatro, con ese aire de superioridad moral tan característico de la casa, denunció públicamente la negativa, como si todos tuviéramos el deber de reírles las gracias. En lo que concierne estrictamente al programa, que es lo que de verdad nos interesa -porque, además, es un programa estupendo-, da que pensar el hecho de que en los últimos años haya surgido algo que podríamos llamar humor militante, es decir, un humor que de entrada deja al margen al público ajeno al propio grupo. Da la impresión de que el programa de humor general y universal, destinado a la mayor cantidad posible de público, es algo que pertenece al pasado. Es una lástima, porque en El hormiguero hay talento suficiente para alcanzar ese objetivo: un programa con el que todo el mundo pueda divertirse en la seguridad de que no va a sentirse agredido en ningún momento. Un impulso más, caballeros.