Diario de León

El estudio, realizado por la empresa Gea, incluye un análisis pormenorizado del material pétreo

Una investigación concluye que la piedra de la Catedral se desintegra

Los científicos advierten de que existen riesgos de futuros desprendimientos La piel de la Cate

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Cristina Fanjul - león
León

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«Esta piedra -la de Boñar-, expuesta a la intemperie, sufre una serie de procesos físicos, químicos y biológicos que conducen a su descomposición química y a su disgregación mecánica, aumentando su porosidad y su fisuración». Se trata de una de las conclusiones del análisis que la empresa asturiana Gea realizó tras el desprendimiento, en diciembre del 2006, de dos gárgolas. La investigación se centró en el estado de los sillares de la Pulchra, realizando un análisis no sólo de la piedra en sí sino de cómo las condiciones ambientales y climatológicas afectan a los elementos pétreos y cuál será su evolución futura. Entre los resultados de la investigación se deduce además que la alteración de los elementos pétreos es un proceso «irreversible», que se relaciona de manera directa con su orientación y ubicación. «En el caso de las gárgolas, ésta última condiciona en gran medida su deterioro, ya que son piezas totalmente expuestas, desprotegidas», destacan los técnicos. Asimismo, advierten de que sufren permanentes procesos de humedad y sequedad, y recuerdan que el agua es uno de los agentes que más influyen en el deterioro. Escamas, ampollas y fisuras Por otro lado, el estudio alerta de que la piedra de la Catedral se enfrenta también a factores como los cambios bruscos de temperatura, la contaminación, las sales solubles, los movimientos sísmicos y los pájaros. «Todos ellos combinados producen una serie de patologías que en el caso de la piedra de Boñar se manifiestan en la presencia de costras negras, pátinas biogénicas, escamas, ampollas, placas, fisuras y disgregación intergranular», explica el estudio. En resumen, las propiedades de las piedras de la Catedral favorecen la retención de humedad y ocasionan procesos de disolución que las van destruyendo. La investigación también subraya la existencia de piezas de etapas constructivas posteriores, labradas en caliza de Hontoria. Su estado de conservación es mejor que el de la piedra de Boñar, pero también tiene patologías que conviene subrayar. Las formas de alteración más frecuentes, observadas en esta piedra han sido: pátinas biogénicas, costras negras, escamas, ampollas, fisuras y disgregación intergranular. Los investigadores -Araceli Rojo, Félix Mateos y Luis Valdeón- precisan que tratar de detener estos procesos es casi imposible, pero advierten de la necesidad de minimizarlos al máximo. Para ello, aconsejan métodos como la adhesión de los fragmentos mayores o la utilización de productos consolidantes, así como, y aquí parece estar la clave, la revisión continua del estado de las superficies, con el fin de adelantarse a los acontecimientos y no tener que llorar sobre la leche -en este caso las gárgolas- derramada. No en vano, la investigación alerta de que durante la inspección de otras gárgolas y elementos labrados en Boñar y de la misma época constructiva de las que se cayeron, se comprueba que existen riesgos de futuros desprendimientos. Medidas a tomar Entre las labores de intervención más urgentes, Gea destaca la limpieza y saneado de los materiales, el cosido y la consolidación estructural, el sellado de fisuras y la sustitución y restitución de elementos que se encuentren en avanzado estado de deterioro. Asimismo, se deja claro que no hay que perder de vista la necesidad de proteger los elementos que se encuentran en buen estado de conservación.

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