Dieciséis

Dieciséis son los millones de espectadores que había delante de la tele cuando Cesc Fábregas marcó el penalti que clasificaba a España para las semifinales de la Eurocopa. Eran las once y veintiún minutos de la noche. En términos de cuota de pantalla, el porcentaje es de un 81,5%. Eso significa que el domingo se batieron todos los récords de la historia de la televisión en España desde 1992, que es cuando se comenzó a medir las audiencias. El resto de los números, además de ese minuto de oro, es igualmente apabullante: una cuota media del 68,8% (más de once millones de espectadores) durante el partido; en la prórroga, cuota del 72,1% y media superior a los catorce millones; en los penaltis, cuota del 77,5% y más de quince millones de espectadores. Si uno ve el gráfico de audiencias, descubre cosas muy interesantes. Primero, que la media real del partido en tiempo de juego es incluso superior a las cifras ofrecidas, pero hay que compensarlas a la baja por el descenso de espectadores en el descanso. Segundo, que el número de espectadores al final de la prórroga era superior al de quienes vieron comenzar la tanda de penaltis. Esto último es realmente intrigante y quizá se deba a una causa de lo más doméstico: la gente que, por pura ansiedad, zapeaba cuando le tocaba tirar a Italia, para no verlo. Si esto es así, entonces mucha gente habrá dejado de ver las paradas de Casillas, que fue el héroe del partido. El último récord histórico de televisión en España fue cuando las votaciones del festival de Eurovisión de 2002, con Rosa López: casi 13 millones de espectadores y una cuota de pantalla del 80,4%. Como era de prever, Cuatro sacó todo el partido posible al partido, valga el retruécano: llenó de gente la Plaza de Colón de Madrid y la montó. Por cierto que algún día habrá que hablar de esa memez de llamar a Colón «la plaza roja», como vienen haciendo en Cuatro: un alarde que no puede resultar más siniestro para quien conozca someramente la historia del siglo pasado. A juego con el asunto, el multitudinario festival terminó con una carga de la pasma contra el jolgorio masivo, como era inevitable. Habrá que hablar, sí, de eso y también de las cosas que los comentaristas dijeron durante el partido, algunas de las cuales figurarán mañana en cualquier antología del disparate futbolero. E so, en todo caso, será otro día: ahora la noticia es el récord histórico de audiencia, que además permite augurar nuevas marcas -históricas- de share cuando España juegue las semifinales contra Rusia. Si el domingo noche volvió a revivir aquella jornada de 1920 -la anterior vez que España ganó a Italia-, el jueves veremos resucitar a Marcelino, Eurocopa de 1964, contra Rusia. No se lo pierda.