Diario de León

Detalles de Morante y cara y cruz de Finito ante un desigual encierro de Jandilla remendado con toros de Vegahermosa

Perera sale a hombros y la espada deja al Cid a pie en la corrida del aniversario

Finito de Córdoba gustó en el primero. Al quinto no quiso ni verlo

Finito de Córdoba gustó en el primero. Al quinto no quiso ni verlo

León

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Fallaron los artistas, a medias. Y triunfaron los lidiadores, también a medias. La corrida del 60 aniversario de la inauguración de la plaza del Parque se saldó con triunfos y broncas a partes iguales, y no pocas medias tintas. Y ello pese al relumbrón del cartel programado por la empresa para celebrar el acontecimiento, que reunió a varios de los toreros que gozan de mejor cartel. Tampoco dieron de sí lo previsto los toros, ni los de la ganadería titular ni los que se pusieron para remendarla. Algunos de los anunciados en los carteles, realmente pobres de cara. Y, ya puestos, tampoco acabó de responder el público, que apenas llenó la mitad de los tendidos. Había gran expectación entre los aficionados por ver a un Morante que últimamente destapa con frecuencia el tarro de las esencias, y no menos por disfrutar de la madurez y la seguridad del Cid, acostumbrado a vérselas con las ganaderías duras. Y volvía Perera, recién salido de un percance que le tuvo fugazmente en el hospital hace menos de una semana, y que viene lanzado de su puerta grande en Las Ventas. Sólo él repitió ayer la salida a hombros en la plaza de toros de León. Pudo acompañarle El Cid si no hubiera fallado a espadas en el segundo de su lote, el que a la postre resultó el mejor de la tarde. Su cruz sigue siendo el estoque, sobre todo cuando más falta le hace. Morante debió dejar a las musas en La Puebla, y anduvo más entregado con el que hacía sexto, pero al final sólo dejó pellizcos. Y Finito, eficaz y solvente con el primero, no quiso complicarse la vida con el reservón que hizo quinto. El público no le perdonó la bronca. Miguel Ángel Perera destacó especialmente con el primero de su lote, un toro sardo con el que no se acopló de salida pero al que realizó un emocionante quite por tafalleras a pies juntos, sin enmendarse. Comenzó la faena citando desde el centro del ruedo para cambiar el viaje del toro y pasárselo muy cerca por la espalda, en una forma que practica habitualmente, y esperó sin moverse para repetir el pase y concluir esta primera tanda con un circular. Metió enseguida al público en la faena con el emocionante arranque, para realizar luego un trasteo muy asentado, bajando la mano, esperando y llevando con suavidad la noble embestida del toro. Le duró el de Jandilla porque le dio tiempo entre tanda y tanda y no le acosó, porque a media faena el animal ya daba síntomas evidentes de agotamiento. Aún así le bajó la mano por el izquerdo y tiró de la cansina embestida; y si el toro se le quedó debajo un par de veces fue más por falta de fuerzas que por malas intenciones. Exprimió Perera todos los pases que tenía el toro, se metió entre los pitones al final y remató con manoletinas antes de dejar una estocada desprendida. Con el que cerró plaza inició la faena al hilo de las tablas, y llevó de nuevo con mano baja a un toro repetidor y con fijeza, en tandas largas. La faena fue bajando de intensidad y no tuvo toda la continuidad deseable, pero el joven diestro mostró de nuevo firmeza de plantas y quietud, se adornó con cambio de muleta por la espalda y realizó una larga faena en la que unas veces ligó y otras anduvo menos ajustado. Dejó una estocada sin puntilla y el presidente no se arriesgó a ser abroncado de nuevo. Sacó los dos pañuelos. Otros tantos podía haber sacado tras la faena del Cid en el que hizo séptimo, tal como iba la tarde. Fue el mejor toro de la tarde, noble, obediente y repetidor, con el que el sevillano estuvo inteligente. Inició la faena airoso, pasando suavemente de muleta al astado, que la siguó con bondad. No le agobió el de Salteras, que el embarcó con temple, sin dejarse tropezar el engaño y sin tirones. Por el izquierdo sacó largos naturales perdiéndole pasos, y resultaron especialmente vistosos los de pecho. El público fue entrando en un trasteo largo, bien hilvanado, que concluyó con jaleados pases en redondo. Ni se cansó El Cid de torear ni el toro de embestir, lo entendió bien aunque el de Vegahermosa concluyó el trasteo casi asfixiado. Pasado de faena, encogido y difícil para ejecutar la suerte suprema, el torero perdió los triunfos al pinchar tres veces antes de dejar una estocada que tuvo que rematar con un descabello. En el tercero recibió con lances a pies juntos muy ovacionados, a un toro destartalado de cuerna. Basó la faena a este por el lado izquierdo, su mejor mano, y dejó naturales largos y reponsados. Dio tiempo al toro y le llevó sin brusquedades, e intentó templar después en tandas con menos reposo, en las que buscó acoplarse a la velocidad del astado. Por el derecho no hubo acoplamiento, así que optó por los adornos para provocar los aplausos: molinetes y pases rodilla en tierra, sin perder nunca la compostura. Sobrado y eficaz, dejó esta vez una estocada arriba. El toro dobló pero se levantó después, así que hubo de usar el descabello. Morante de la Puebla se abrió de capote en su primero para dejar unas mecidas verónicas persiguiendo al toro hasta los medios, con la barbilla pegada al pecho, rematadas con media. Salía el de Jandilla desentendido de los capotes y en el caballo hizo sonar el estribo, para salir después suelto. El sevillano comenzó la faena doblándose con un toro berreón y molesto, que intentaba puntear la mulea. Dejó alguna pincelada suelta pero la faena se caracterizó por el desajuste y la desconfianza. En el sexto salió más decidido, aunque tampoco acabó de acoplarse ni se confió en exceso. Dejó un ajustado quite por verónicas con una excelente media; y durante la faena desgranó algún muletazo de mano baja, rompiéndose, aunque estuvo siempre incómodo con la embestida a media altura del astado, que ahora se paraba y ahora daba algún arreón. Por el pitón izquierdo porfió, aunque en fases estuvo despegado. Fue un trasteo largo y deslavazado, aunque finalmente el público le recompensó con una oreja. Finito de Córdoba mostró en León las dos caras que suelen ser habituales en él. Por un lado, en el primero, fue el torero solvente y profesional, correcto aunque sin excesiva intensidad. Fue un toro flojo, sin transmisión pero que siguió obediente la muleta. Por la derecha dejó tandas de mano baja en las que aprovechó el viaje colaborador del animal, que no metía mal la cara aunque la falta de fuerzas le impedía seguir más allá la muleta. El trasteo tuvo repercusión en los tendidos cuando el torero se rompió más, pero bajó de intensidad pr el izquierdo, cuando sacó la muleta por arriba ante un toro agotado. Correcto pero sin intensidad, el de Jandilla se puso difícil para matar y Finito no se complicó con los aceros. En el que hizo quinto, que embestía a regañadientes, se aburrió pronto. Y más el público, que afeó su falta de disposición. Se desinfló al pinchar en hueso repetidas veces, con poca convicción todas ellas, y fue abroncado.

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