Diario de León
Publicado por
JOSÉ JAVIER ESPARZA
León

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EL DESOLLADERO rosa de Antena 3, Dónde estás, corazón, consiguió este fin de semana excelentes cifras con un argumento de impacto: la boda de Belén Esteban. Los que saben de estas cosas dicen que la Esteban es un puro «animal televisivo» (con perdón), y que basta su aparición en pantalla para disparar las cuotas de pantalla. Será verdad. Normalmente, Belén lleva impreso en la frente el hierro de Telecinco, pero esta vez era Antena 3 la que exprimía el limón, porque los personajes públicos, ya se sabe, son de todos. Para quien vive más o menos lejos de todas esas estupideces, acercarse a fenómenos como el de la boda de Belén Esteban es un ejercicio que exige previamente una intensa tarea documental. Dos poderosas herramientas facilitan la tarea: una, la vecina -todos tenemos alguna vecina así-, que está al cabo de la calle sobre los detalles más nimios del acontecimiento; la segunda herramienta es la acumulación de vídeos de los programas «rosa», que, además, le inspiran a uno infinitas reflexiones sobre la desmedida cantidad de horas que nuestra pantalla dedica a la banalidad. De ambas fuentes documentales, la más segura es infaliblemente la vecina, porque en su cerebro se ha operado el milagro de la síntesis conceptual, lo cual siempre ahorra mucho tiempo al estudioso. El propósito de Dónde estás, corazón no era ahorrar tiempo, al revés: el gran truco de estos programas consiste en alargar hasta lo inconcebible cualquier cosa y rodearla del mayor ruido, porque eso garantiza cuotas de pantalla de buen nivel. Eso fue exactamente lo que hubo en Dónde estás corazón, que convirtió la boda de Belén Esteban en puro material elástico; a nadie le quepa duda de que el programa, esa noche, podía haber durado diez horas, como un telemaratón. Telemaratón ha sido lo de Belén Esteban en Telecinco, que es realmente la cadena «madre» del fenómeno. Aquí es donde se hace imprescindible el recurso a la vecina, pues ella es quien me ha puesto al corriente de los decisivos capítulos previos: lo del traje, lo de Fran (el novio de la chica), el « affaire Pronovias», la inquieta lengua de esa dependienta que dijo que Belén era un friki, la epifanía de Ana Rosa Quintana cual hada madrina que acompaña a la Cenicienta Esteban a El Corte Inglés y, finalmente, la pública rectificación de Pronovias (lo que no sé es qué habrá sido de la dependienta lenguaraz; me temo lo peor, pero, por otro lado, ¿por qué no la fichan para un reality?). Balance: he aquí a una mujer -Belén, no mi vecina- que ha construido un personaje del tipo «vulgar, pero honrada» y que lo ha convertido en fenómeno de audiencias masivas. La gente lo consume. La tele se forra. Ella se casa. Que le vaya bonito.

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