Diario de León
Publicado por
JOSÉ JAVIER ESPARZA
León

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ANTENA 3 estrenaba el miércoles la primera parte de 48 horas , una miniserie de factura española (de Mundo Ficción) sobre el secuestro y asesinato del concejal del PP de Ermua Miguel Ángel Blanco, que sucedió hace ahora once años; es uno de esos sucesos que el paso del tiempo no achica. Muy por encima de los políticos y sus veleidades, aquel episodio ha quedado en la memoria popular como uno de los grandes hitos de nuestra historia social reciente. Merecía, pues, una mirada cinematográfica como ésta, y aún parece poca cosa para la magnitud del acontecimiento. De audiencia no anduvo mal: estuvo por encima de los dos millones y medio de espectadores (cuota de pantalla del 17%). A continuación, 360 grados entrevistaba a la hermana de Miguel Ángel, María del Mar Blanco, y retenía a más de un millón de espectadores después de la medianoche. Aquí, en todo caso, las audiencias son lo de menos y lo que de verdad importa es la calidad del producto. En este sentido, 48 horas queda tal vez un poco por debajo de las expectativas, pero no es en absoluto decepcionante. Si la obra tiene alguna cualidad señera, sería esta: la vocación de absoluta fidelidad a los hechos reales. Uno de los aspectos más notables del planteamiento de esta historia es su retrato del protagonista, es decir, Miguel Ángel Blanco. Es, además, uno de los pocos huecos donde el narrador puede recurrir a la imaginación. Lo sabemos casi todo sobre el secuestro, sus circunstancias, el operativo policial, la reacción de la familia, la agitación de la sociedad. No sólo lo sabemos sino que, además, lo hemos visto y lo hemos vivido. Pero, ¿qué estaría haciendo la víctima, Miguel Ángel Blanco, el secuestrado? Eso es imposible saberlo, pero podemos imaginarlo. Un hombre joven, activo, no iría a quedarse quieto. No estamos ante un héroe de ficción, sino ante una persona de carne y hueso, así que igualmente podemos imaginar su angustia, su miedo. Pero tampoco estamos ante una persona apocada -hace falta valor personal para asumir un compromiso político como el suyo-, de manera que podemos suponer que haría lo posible por escapar; que le daría mil vueltas a la cabeza pensando una solución, sabiendo, como sabía, que estaba en manos de unos canallas despiadados. El guión de 48 horas resuelve bastante bien esta incógnita: nos pinta a un Miguel Ángel verosímil. Sólo alguien que ha pasado por ahí, por ese trauma brutal de la pérdida de libertad al borde de la muerte, puede decir si el retrato es correcto; pero, en todo caso, la imagen que se transmite al espectador es muy creíble. Aquí hay que elogiar al intérprete, Andoni Gracia, que hace un trabajo satisfactorio. Del resto, ya hablaremos cuando hayamos visto el final. La semana que viene.

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