Cerrar
Publicado por
JOSÉ JAVIER ESPARZA
León

Creado:

Actualizado:

ZAPATERO descendió la otra noche sobre Antena 3 para dejarse acariciar. Con el suntuoso abanico de palma estaban tres grandes figuras de la empresa: Gloria Lomana, Julia Otero y Carlos Alsina. Había razones para pensar que la conversación podría tener cierta tensión, cierto pulso: hay una crisis económica severa, hay un tapón alucinante en la Justicia (el año terminará con dos millones de casos pendientes, decían hace poco los periódicos), hay una fuerte contestación social con el modelo lingüístico implantado en Cataluña y sus anunciadas extensiones en País Vasco y Galicia, hay una nueva directiva europea sobre inmigración que obliga a rectificar la política española, hay un referéndum de Ibarretxe en lontananza. Hay, en fin, muchas cosas de las que hablar y que ningún lector de periódicos ignora. Pues bien: ¿creerá usted que nada de todo ello sirvió para dar mordiente a la epifanía zapateril en Antena 3? Los asuntos salieron en la conversación, por supuesto, pero, una vez escuchada la declaración del presidente sobre cada tema, siempre adecuadamente envuelta en celofán, se pasaba a otro punto sin la menor réplica. Habló Blas, punto redondo. Toda la acreditada pericia de los entrevistadores se concentró en que Zapatero dijera «crisis» (como a un niño al que se fuerza a decir «pedo») y en que el presidente explicara cómo se hizo cierto moratón en la uña. La verdad es que este tipo de espectáculos le dejan a uno sumido en la mayor de las perplejidades. Estos periodistas -que lo son, sin duda, y además con buen crédito profesional- se han comportado ante el presidente del Gobierno con la misma obsequiosidad reverente que se suele dispensar a las estrellas del deporte, a las folclóricas de primera línea o a los divos del bel canto: jijiji, jajaja, venga buen rollito, venga bromitas modosas, venga azúcar y merengue, pero qué simpáticos somos, rediez. Bueno, pero ¿es obligatorio ser simpático? Más precisamente: ¿es adecuado ser simpático cuando lo que se espera de ti es que seas incisivo, que hagas al político decir lo que no quiere decir? El político, por definición, tiende a envolver sus declaraciones en mares de niebla, para despistar al enemigo y también para que, el día de mañana, no se le pidan demasiadas explicaciones. Lo que no está en la naturaleza de las cosas es que el que está enfrente del político, o sea, el periodista, festeje la maniobra con la misma sonrisa bobalicona que uno compone al ver un espectáculo de fuegos artificiales. Y, hombre, no digo yo que a los políticos haya que entrevistarles cuchillo en mano, como aquello que Juan Pedro Valentín le hizo a Aznar, pero un poco de pundor, ¿no?

Cargando contenidos...