Diario de León
Publicado por
JOSÉ JAVIER ESPARZA
León

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ANTENA 3 concluyó esta semana la emisión de 48 horas , la miniserie de Mundo Ficción sobre el secuestro y asesinato por ETA del concejal Miguel Ángel Blanco, hace ahora once años. Aquel hecho marcó un hito en la historia reciente de España y merecía, sin duda, una narración audiovisual; ya que el cine español ha sido incapaz de hacerla, la ha hecho la tele. El resultado ha sido bueno: un producto cuidado, bien trabajado, con una narración escrupulosamente fiel a los hechos, que ha reflejado con exactitud lo que todos pudimos vivir en su momento y que ha sabido reconstruir de manera verosímil los huecos de la historia. 48 horas ha tenido el acierto de dibujar con eficacia al protagonista, el propio Miguel Ángel Blanco, interpretado por Andoni Gracia. También ha pintado con buena mano el paisaje, el contexto del episodio, incluida la investigación policial, donde el peso de la interpretación ha recaído en Roberto Álvarez. En una historia tan forzosamente coral, tan llena de gente, el guión ha sabido mantener el rumbo sin perderse en lo accesorio y, al mismo tiempo, integrando bien los aspectos laterales del relato. Un trabajo concienzudo. Antena 3 debería volver a emitirlo. 48 horas terminaba el martes con las escenas inolvidables de las protestas masivas ante las sedes batasunas y con las manifestaciones multitudinarias en la calle: el pueblo contra ETA. Estas escenas finales habrán dejado una impresión extraña en quienes no hayan vivido aquellos años, quienes no sepan lo que pasó después: el pacto de Estella y la bombona de oxígeno para el mundo de ETA con una tregua que no lo fue. Esto, en todo caso, es materia para los analistas políticos o para los historiadores del presente. Lo que al espectador le queda es la imagen de un acontecimiento histórico que sigue esperando que la sociedad española sepa integrarlo en un discurso general sobre sí misma. Una última nota respecto al modo de emisión: es verdaderamente molesta esa manía que tienen nuestras cadenas de cortar abruptamente la emisión de las películas cuando la pantalla está ofreciendo los títulos de crédito, es decir, la lista de quienes han hecho el trabajo. Es como si a un libro le amputáramos el nombre del autor, como si a un reportaje de televisión le sustrajéramos la identidad del reportero. Si esta mutilación resulta desagradable en cualquier película, mucho más lo es cuando se trata, precisamente, de una película hecha para televisión, como en este caso. A la mayoría de los espectadores, probablemente, le da igual; a quienes se han currado la película, no. En todo caso, Antena 3 puede estar contenta: ha emitido una historia de primera.

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