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Publicado por
JOSE JAVIER ESPARZA
León

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TVE-1 concluía este viernes noche -y hasta más allá de la medianoche- la cuarta y última tanda de Guerra y paz , la gran superproducción europea (España estuvo ausente) dirigida por Robert Dornhelm sobre el clásico homónimo de Leon Tolstoi, que la Primera ha programado por segunda vez en esta temporada. Este excelente producto cerró su presencia en pantalla delante de millón y medio de espectadores, cifra que es bastante baja para lo que nuestros programadores consideran el listón del «éxito», pero que, en todo caso, tiene un valor singular si tenemos en cuenta qué tipo de producto es y en qué situación se ha emitido De Guerra y paz como creación audiovisual ya hemos hablado aquí: su calidad es indiscutible. Pero este sólo es un nivel posible de análisis del producto. Hay otro nivel que es el de la cualidad de esta obra dentro de la oferta televisiva general, y aquí habría que decir unas cuantas cosas, sobre todo por la pavorosa carencia de creaciones de este género en el panorama televisivo español. Es una operación muy sencilla: examínese el conjunto de la producción audiovisual española de los últimos diez años, tanto para la pantalla grande como, sobre todo, para la pantalla pequeña, y enumérense las películas, telefilmes o series de televisión que caben dentro de lo que podríamos llamar «audiovisual histórico», ya sean de fondo literario o de fondo biográfico. Sobran los dedos de una mano. Esto es relevante porque no estamos hablando sólo de un ramo entre otros de la producción audiovisual, es decir, de una cuestión «técnica», sino que el asunto nos conduce al campo de la función cultural de la pantalla. En efecto, la cuestión que este tipo de productos sugiere es la de los límites de la televisión a la hora de abordar productos de contenido cultural. Y correlativamente, por supuesto, la enorme gama que estos productos cubren. Porque esta superproducción, Guerra y paz , ¿es un producto de entretenimiento o es un producto cultural? Es las dos cosas. Y es además, una serie de ficción, y un telefilme, y Es un producto cultural porque es la versión audiovisual de un clásico de la literatura de todos los tiempos; viéndola aprende uno literatura, también historia y sobre todo se empapa el espectador de una sensibilidad determinada, lo suficientemente alta para que haya pasado al acervo cultural universal. Hay muchas maneras de hacer cultura desde la tele, y algunas pueden ser rentables en términos de audiencia. ¿Por qué nuestros canales son tan reacios a entrar ahí?

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