Diario de León
Publicado por
JOSÉ JAVIER ESPARZA
León

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ESTA semana concluía la vigente edición de Operación triunfo , el reality-show canoro de Telecinco. Ganó Virginia, como era previsible. Lo hizo ante una audiencia sobresaliente: 4,2 millones de espectadores, una cuota de pantalla del 34,4%, que es menos que otras veces, pero que está muy bien. En la gran gala final estuvo como artista invitada Mónica Naranjo, decididamente sumergida en esa estética de La familia Addams que tanto le gusta. Como va siendo ya norma en Operación triunfo , esta edición no ha estado exenta de fuertes polémicas. La más ruidosa ha sido esa según la cual había un tongo, porque Gestmusic quería grabarle cuanto antes un disco a Virginia, para aprovechar el verano, y eso exigía eliminar artificial y prematuramente a la chica, de modo que pudiera dedicarse al disco en cuestión. El rumor salió, al parecer, de diversos vídeos colgados en Youtube , vídeos que a su vez obtuvieron numerosas respuestas, dando así más eco al fenómeno. Estas operaciones resultan ya tan frecuentes que uno empieza a maliciarse que son cualquier cosa menos espontáneas; vamos, que forman parte del decorado de cualquier programa y de su éxito. Sea como fuere, nadie podía realmente dudar de que la ganadora iba a ser Virginia: su superioridad sobre los otros concursantes era demasiado evidente; canta muy bien, es muy bella y se hace simpática a primera vista, o sea, que lo tiene todo. Tal superioridad, por cierto, también fue objeto de polémica, porque Risto Mejide, ese señor que ha conseguido convertir la mala crianza en un papel televisivo, dijo hace unas semanas que estaba claro que iba a ganar Virginia y que todo lo demás era «una farsa». En fin Sobre Risto Mejide habría que escribir una columna aparte: es tan obvio que sus provocaciones forman parte del gran tinglado, que su papel público empieza ya a ser como el de los forzudos del pressing-catch , toscas interpretaciones para consumo de un públic crédulo. Quienes más parecen acusar las extemporáneas agresiones de Risto son los demás miembros del jurado, que ya no están para esos trotes. Si Operación triunfo quisiera parecer un concurso serio, debería echar a ese señor; pero OT no quiere ser tal cosa, sino el ruidoso espectáculo que ahora es, de manera que nada va a cambiar. Al final, lo único que merece ser salvado de la fiesta es la ilusión de los concursantes, los jirones de arte que se dejan en el escenario y, sobre todo, la calidad de quienes, como Virginia, han demostrado tener un talento singular. La próxima temporada habrá más OT . Veremos.

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