Villafranca del Bierzo continúa albergando su muy reconocido Curso de Composición
Aracil, Halffter y Verdú analizaron la música de las generaciones del 98 y 27
Magnífico concierto a dos pianos de Pedro Halffter e Íñigo Sampil, sobre la IV Sinfonía de Mahler
Comentaba ayer el profesor Alfredo Aracil que el nivel de esta vigesimocuarta edición del Curso de Composición de Villafranca era de los más altos de los celebrados hasta el momento, aparte de contar con un elemento añadido como es las «ganas tremendas» de participación del alumnado, tanto en los seminarios como en los análisis posteriores que se hacen cada tarde de las partituras que presentan los alumnos asistentes al curso. «Han perdido el miedo -comentaba-, y eso es estupendo porque además de otorgarles mayor libertada de expresión les impele a estar más en contacto con lo que cada compañero trata de expresar en sus composiciones y no permanecen anquilosados en una suerte de observación-participación que casi siempre es más de lo primero que de lo último». La jornada de ayer se presentó llena de actividades, con un seminario inicial a cargo del maestro Halffter, quien disertó sobre la fusión de música y poesía en la generación del 98 y la ópera y canción de concierto de la generación del 27 en España, y que concitó un alto grado de asistencia del alumnado y una inusual participación, tanto en el debate como en el análisis posterior de las partituras. Continuó el curso de la mañana con un seminario a cargo del profesor Alfredo Aracil, quien habló de El poema y lo poético. Creaciones nuevas con viejos textos , antes de dejar paso a Sánchez Verdú, quien disertó sobre Il suonare parlante: La olvidada presencia del lenguaje en la praxis instrumental . Un Mahler inusual La iglesia de San Francisco fue escenario privilegiado para uno de los conciertos del curso. Un concierto que tuvo como principal aliciente la actuación de los pianistas Pedro Halffter e Iñigo Sampil, quienes interpretaron una de las obras más señeras e impactantes de Mahler, su cuarta sinfonía en versión arreglada para dos pianos por J. V. von Wöss, quien incluyó además el texto de Des Knaben Wunderhorn en la misma partitura, como indicando que aquello no se podría entender o escuchar sin ese texto imbricado en ella. La interpretación de ambos pianistas fue no sólo absolutamente brillante sino perfectamente empastada, lo que permitió al respetable una escucha completamente diferente de lo que habitualmente viene siendo esta cuarta sinfonía para orquesta. Es una de las más cortas y fue compuesta de julio de 1899 a agosto de 1900. Su composición llevó bastante tiempo: el cuarto movimiento Das himmlische Leben (la Vida Celestial) se retoma del quinto lied del Des Knaben Wunderhorn escrito en 1892. Este movimiento debía formar parte, en un principio, de la tercera sinfonía (siendo este un séptimo movimiento que luego fue suprimido). Mahler decidió, entonces, hacer de éste el final de su cuarta sinfonía y concibió los tres primeros movimientos en función del que ya tenía. El estreno bajo la dirección del compositor tuvo lugar en Múnich el 25 de noviembre de 1901, con un éxito extremadamente pobre. La obra escrita para soprano y orquesta es una verdadera excepción en la orquestación de Mahler, al no se incluir trombones (única sinfonía en la que ocurre esto), y que se trate de una orquesta de tamaño «normal». La voz de la soprano no interviene más que en el último movimiento y en el caso de ayer en su reducción para piano no intervino. La música sigue siendo lírica y clásica, bien lejos de las composiciones más dramáticas que le son posteriores. El primer movimiento hace oír campanillas y temas de carácter de danzas campesinas. El segundo introduce un violín desafinado solo, dando un punto rústico a la división. El adagio es de una gran amplitud y juega sobre todo sobre las cuerdas, contrariamente a las dos primeras partes. Se termina por un tutti, introduciendo el último movimiento vocal. La orquesta termina por borrarse después de haber reanudado los temas campesinos del primer movimiento.