El primero de los 26 nuevos capítulos del melodrama, hoy en La 1
«Herederos» llega con una nueva temporada, aún más truculenta
Un secuestro, una muerte, tráfico de armas o la intervención de la CIA avivan la serie
Un secuestro, una muerte, tráfico de armas, la intervención de la CIA¿ Estos son algunos de elementos que se han introducido a los guiones de la segunda temporada de Herederos , el melodrama de la saga familiar que capitanea Concha Velasco en el papel de Carmen Orozco. La serie añade tensión y vuelve con cierta dosis de truculencia en los nuevos 26 episodios que se instalan en el horario estelar de la noche de los martes de La 1. El director de TVE, Javier Pons, opina que es tan difícil crear una serie como mantenerla, por eso se aviva el fuego de este título que tiene ribetes de culebrón, pero bien construido, de intachable interpretación, y con éxito de público y crítica. Nuevos personajes se incorporan en esta segunda entrega, como Rodolfo Souza, Asier Etxeandia, Irene Montalá, Concha Goyanes y Paco Hidalgo. «A esta familia no la separa ni Dios». Este es el lema que ha acuñado Carmen Orozco, matriarca de la adinerada familia, un personaje duro y frío que podría guardar ciertas concomitancias con la célebre Angela Channing de Dallas , aunque la serie es muy española y la veterana actriz que da vida a este papel encuentra en Carmen un toque lorquiano, y dice que se parece a la mismísima Bernarda Alba. Además, la envarada Carmen se doblegará en este nuevo lote ante el amor, «porque se enamora y se enamora de verdad», avanza Velasco. Por otro lado, la Orozco vuelve más adinerada, convertida en la mujer más rica de Europa ya que tras la muerte de Enrique (Fabio Testi) ha heredado su imperio, compuesto por numerosas empresas y propiedades. Superada su leucemia, Carmen intenta delegar en su hija Verónica (Lidia Navarro), dejando en sus manos las decisiones ejecutivas. Concha Velasco, espléndida a sus 68 años, alegre y vital, dice estar muy agradecida a la serie. «Llegó en un momento en que me encontraba como un barco a la deriva, sin saber qué hacer con mi vida tanto personal como profesionalmente. Este trabajo me ha devuelto la satisfacción de saber que mi profesión ha merecido la pena».