Diario de León

| Reportaje | De Sahagún a las Rías Altas |

Carmelo, un narco con escamas

El actor leonés comparte protagonismo con Hugo Silva, de «Los hombres de Paco», en la película «Agallas», donde interpreta a un frío y calculador narco gallego, Regueira

La película se ha rodado, en parte, en una lonja de pescado de Sada

La película se ha rodado, en parte, en una lonja de pescado de Sada

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Alicia Quintá - la coruña
León

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Es mediodía en la lonja de Sada y no ha habido subasta. Las cajas del pescado, vacías, están apiladas y las pescantinas y subasteros han dejado paso a actores, figurantes, directores y profesionales de producción. Los sonidos provienen del trasiego de focos, cámaras y de las voces de los actores que llevan desde las siete de la mañana trabajando en Agallas , una producción de Continental. Una voz anuncia una nueva toma, todo se pone en marcha y se hace el silencio. Aparece Carmelo Gómez, con mirada fría y despectiva, trajeado y engominado, Regueira en la ficción; dirige sus ojos a Hugo Silva, quien en su papel de Sebas, tras salir de prisión, quiere encontrar su camino, que ve reflejado en el inquietante personaje de un narco gallego, Regueira. La tensión desaparece una vez se escucha el clásico «corten». El buen ambiente entre los miembros del reparto se ve y se palpa, las risas se escuchan de uno y otro lado del escenario de hoy, pero se cortan de nuevo en cuanto se menciona «acción», lo trágico de unos personajes atormentados y siempre en alerta, como sugiere Celso Bugallo, el encargado de la empresa tapadera de Regueira, no deja lugar a la alegría dentro de la película. Además, son 38 días de rodaje en Galicia y hay que cumplir plazos, sobre todo porque se graba en 50 localizaciones distintas, un arduo trabajo para el equipo de producción que monta y desmonta todo a diario y a veces en dos ocasiones, algo que sólo se puede hacer en Galicia, asegura Pancho Casal, uno de los productores, idea a la que se suma Samuel Martín Mateos, director de la película junto a Andrés Luque. Rodajes nocturnos El día acompañó, la luz fue buena, pese a que las previsiones amenazaban lluvia, «en esto hemos tenido suerte porque el tiempo nos preocupaba un poco», indican los directores, pero en un largometraje en que la venta de pescado y la droga se entremezclan hay otros obstáculos, la grabación nocturna es uno de ellos porque «las descargas se hacen de noche», asegura Silva. En el papel del ambicioso Sebas, al igual que sus compañeros, ha tenido que superar esos desajustes horarios, pero la parte negativa ha estado marcada también por las escenas en las que Sebas acababa calado hasta los huesos, mientras que el patrón, Carmelo Gómez, se parapetaba bajo un paraguas, sujetado por su fiel brazo derecho, el curtido Antonio, interpretado por el gallego Carlos Santes. Esas noches han sido quizás lo más duro del rodaje, pero no de un proyecto en el que los protagonistas deben interpretar a experimentados sicarios, personas sin escrúpulos, con la ambición siempre por delante, y lo han hecho hasta el punto «que la mirada de Carmelo en los planos cortos da miedo», afirma Samuel Martín. Pero «sabíamos que lo queríamos a él», añade Andrés Luque. «Su voz y su mirada eran las que necesitábamos para el papel», que Carmelo conoció hace seis años cuando le presentaron por primera vez el guión de Juan Antonio Gil Bengoa y del que se ha empapado durante meses. «En nuestra vida diaria conocemos a muchos como Regueira, son personajes, ya con escamas, que no están tan lejos de nuestra vida cotidiana», afirma el actor que sólo en ocasiones deja caer alguna inflexión gallega porque «no quería un acento artificial». La presencia de medios de comunicación en el rodaje ha permitido reducir algo una jornada que tiene de media unas doce horas diarias, aunque no ha podido evitar que el actor del reparto con mayor número de fans, Hugo Silva, Lucas en la serie Los hombres de Paco , tenga que enfrentarse tras cada sesión a un grupo de fervientes admiradoras para pedirle un autógrafo o una foto. Así que, acabado el trabajo, queda la agotadora sesión de firmas. «Algunas son como de la familia», sonríe uno de los directores al recordar la paciencia de varias de ellas que esperaron horas a que finalizasen para ver a su ídolo. Carmelo sonríe y vacila a su compañero, «la mía ya es otra generación».

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