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«Vivimos en un mundo aborregado y manipulado», se lamenta Gala

Publicado por
Miguel Lorenci - madrid
León

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Antonio Gala (Brazatortas, Ciudad Real, 1930) vuelve a navegar por los recovecos del alma de una mujer liberada por la pasión y a poner en una balanza sexo y amor. Lo hace en Los papeles de agua (Planeta), una rompedora novela con la que salta de nuevo a la arena editorial y pone en solfa convenciones y convicciones. Sus protagonistas son Deyanira Alarcón, una escritora de éxito en horas bajas, y Venecia, con su maltrecha, contradictoria, eterna y turbia Gadea de Más allá del jardín . Un escritor que se confiesa «feminista en todos los sentidos». El amor en todas su facetas redimirá del egoísmo a esta mujer «airada y deslenguada», castigada por la vida y con un pasado que lastra su presente. «Un personaje que me sedujo desde el primer instante, a la que adoro y que me dictado a novela con naturalidad. Me he dejado llevar». Un deslenguada que ridiculiza con desvergüenza a grandes escritores como Canetti, Bretch, Man o Borges. Gala está también orgulloso de haber innovado en su formulación narrativa y de haberse movido con soltura por unos derroteros que rozan el ensayo. «Tenía desde hace tiempo la tentación de hacer una novela que no fuera una novela y creo que lo he logrado. Los límites de los géneros se han ido a paseo». Se enorgullece también de haberse sentido «más libre que nunca» lo que le ha permitido recrearse en unos pasajes explícitos, de altísimo voltaje erótico, en los que el tabú brilla por su ausencia. «Sin sexo no habría amor. El sexo lo ilumina y lo amplifica. Sin amor se puede vivir sin sexo no», certifica. Y será el sexo lo que devuelva momentáneamente a la vida a Deyanira, una mujer marcada por un destino trágico y por el significado de su nombre, «la que aman todos, la perdición de los hombres». Un mujer que será puesta a prueba por un dotado amante, Aldo Ucceli, con quien traspasará todos los límites. Gala, quien se lamenta de vivir «en un mundo aborregado y manipulado», dice que jamás se planteó tirar la toalla. «Se es escritor aunque no se escriba y hasta el último día de tu vida», asegura. Eso sí, hace un tiempo dio por cerrada su aportación al teatro. Pero las cosas están cambiando. «El teatro me llama de nuevo», reconoce un Gala ilusionado ante su inminente participación en un congreso organizado por la Unesco.