EL INVENTO DEL MALIGNO
Relatos
EL COMIENZO del curso televisivo ha devuelto a la competencia a dos series españolas de la nueva hornada: Herederos , el culebrón taurino-inmobiliario-sexual de Cuarzo para TVE-1, y 700 euros , esa serie de Diagonal TV para Antena 3 que sobrevuela el mundo de la prostitución de lujo. Tanto Herederos como 700 euros son dos productos de buena factura: están elaborados con abundancia de medios, pueden hacer gala de una producción muy cuidada y de repartos sólidos (sobre todo la primera) y además sus argumentos están concebidos con la única finalidad de obtener un buen rendimiento de audiencia. Uno puede pensar muy legítimamente que ambas series cuentan relatos infumables desde el punto de vista ético, pero, como es sabido, este factor no suele influir gran cosa en las cifras de share . Sin embargo, pese a todos esos avales, ninguno de los dos productos consiguió imponerse a Mentes criminales , ese relato de psicopatólogos forenses (por supuesto, del FBI) que emite Telecinco. Mentes criminales es una buena serie. A mí, al menos, me gusta. Me gustaba más antes, con Mandy Patinkin, pero no ha perdido demasiado con su sustitución por Joe Mantegna. Ahora bien, aunque sea una buena serie, no es de esos productos que arrebatan a las multitudes. Por hacer una comparación poco odiosa, Mentes criminales carece de las virtudes de CSI en cuanto a atractivo del reparto, complejidad de los personajes, originalidad de la puesta en escena, agilidad de los guiones, etc. El propio asunto de la serie termina haciéndola un poco reiterativa, por muy amplio que sea el abanico del crimen. Así las cosas, la pregunta es por qué, pese a todo, esta serie norteamericana sigue enganchando a más gente que dos series españolas de buen nivel. La respuesta está probablemente en el nada desdeñable hecho de que hay quien cuenta historias y hay quien se limita a dar vueltas sobre un solo eje argumental, improvisando en cada capítulo desarrollos cada vez más inverosímiles, y el público tiende a escoger a quien le cuenta una historia y no al otro. Herederos es un buen ejemplo de esos desarrollos inverosímiles que aquejan últimamente a tantas series españolas: su narración se ha prolongado en el tiempo sin que uno sepa adónde quiere ir a parar el narrador. Más precisamente: se constata que lo que el narrador quiere es, más bien, no ir a parar a ningún lado, sino encontrar la fórmula que le permita mantenerse indefinidamente en pantalla. Así la teleserie dramática se va convirtiendo poco a poco en comedia (o tragedia) de situación, y el relato queda enteramente supeditado a los personajes y al escenario. Eso ha empezado ya a pasarle también a 700 euros . La ficción española sigue esperando una renovación.