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El escenario se convierte en una gran tarima que va mutando a lo largo del espectáculo

El hilo de Ariadna libera hoy al público de León del laberinto del minotauro

Con esta obra, Atalaya teatro cierra la trilogía que abrió con las obras «Elektra» y «Medea»

Una imagen de la escenografía de la obra «Ariadna»

Publicado por
Cristina Fanjul - león
León

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Una de las compañías españolas más premiadas, Atalaya, introduce hoy al público leonés en el laberinto de Ariadna . El montaje se convierte en la primera dramaturgia en castellano que aborda el mito que, sin embargo, resulta uno de los más conocidos y representados en la historia del arte. Ariadna desafía el poder establecido de Minos, su padre, y su pasión amorosa por Teseo a vencer a Minotauro y salir del laberinto. A continuación decide marcharse con él, aún a sabiendas de las graves repercusiones de esa acción. Este montaje -que completa la trilogía iniciada con Medea y Elektra - Carlos Iniesta ha realizado una profunda investigación sobre los diversos estudios y enfoques del mito, no sólo desde un punto de vista formal y literario, sino desde una perspectiva ideológica. Textos dramáticos sobre Ariadna escritos por Cátulo, Corneille, David Pujante y especialmente Nietzsche y Marina Tsvietáieva dan nuevas referencias que han enriquecido el texto definitivo, como sucediera en los espectáculos susodichos. Si en los casos de las obras anteriores el director se sustenta en Heiner Müller, en esta ocasión la contemporaneidad se la imprime la enorme calidad del texto de Tsvietáieva. Mientras que en Elektra predominaba la idea del Fuego, y en Medea la Tierra, en Ariadna serán el Agua y el Aire los referentes, tanto por la constante alusión a la travesía marítima, como por la propia calidad de energía del personaje principal. La puesta en escena conjuga la potencia de los montajes de tragedia anteriores con la magia onírica de las puestas en escena lorquianas Así que pasen cinco años y El Público - creando un universo pictórico sin perder la fuerza ancestral. El sentido musical y mágico de Ariadna irá aún más lejos que en Elektra y Medea ya que a la calidad y fuerza emocional de los cantos étnicos -que en éstos montajes interpretaban los actores y que volverán a conformar en Ariadna un universo telúrico- se añade el trabajo de composición y acompañamiento musical de Luis Navarro -que ya ha participado con Atalaya en La Opera de tres centavos como director musical e intérprete- además de la intensa y magistral dirección coral de Esperanza Abad. Escenografía Por su parte, Juan Ruesga realiza aquí su quinta escenografía con Atalaya -tras casi tres lustros de paréntesis- para crear un gran aparato escénico que va mutando -en forma, color y textura- a lo largo del espectáculo, configurando el Palacio de Minos, el laberinto y la isla de Naxos. En la obra, el superobjeto se hace esencial, a partir de un tapiz, que en reposo, marca el ámbito de juego escénico. Enganchado a cuatro postes, cobra vida por la acción dramática. Líneas de fuerza, tensión y peso se hacen visibles. Con la presencia y energía de los actores, el tapiz se transforma y muestra un repertorio formal de superficies en el espacio, sin solución de continuidad, que escenifica el fluido dramatúrgico, de una manera simple, bella y eficaz. La tarima diseñada para Ariadna no es rígida sino flexible y, al alzarse en el escenario, tiene una fuerte capacidad metafórica, poética en fin, de proponernos lugares, (¿ el puerto de Creta, el palacio de Minos, el laberinto del Minotauro, la isla de Naxos,¿), y muchos más. Es una máquina escénica evocadora que con el viento de nuestra imaginación nos lleva hasta lo más profundo de la cultura mediterránea. Máquinas del tiempo, máquinas poéticas, máquinas escénicas al fin. Se cierra un círculo en el proceso de diseño y se alcanza un escalón más en la síntesis que busca cualquier escenógrafo entre rigor y poética. El director hace suyas las palabras de Svoboda: «la escenografía perfecta es aquella que se diluye en el espectáculo, hasta el punto de que el director y los actores la sienten como necesaria, como único espacio dado para expresar el significado de la obra».