Diario de León
León

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COLOCAR un cubo de madera frente a los arcos mozárabes de San Miguel de Escalada es chirriante, sobre todo después de los años que el monasterio ha tenido que esperar para que la Junta se decidiera a poner en marcha un plan integral de recuperación. No quiero alargarme, pero en una entrevista con Ricardo Aroca, el arquitecto explicaba que todas las restauraciones anteriores a la de los años ochenta se habían realizado con datos erróneos. Imagínense el riesgo que ha corrido el cenobio. A esto hay que unir el hecho de que la última rehabilitación creó más problemas de los que resolvió. Gotera y Otilio... Hasta tal punto que hace ahora dos años, el suelo se desplomó poniendo en peligro una de las aras visigóticas. Además, las humedades se comen literalmente la piedra y el arco geminado va inclinándose cada día más. Tampoco está de más recordar que la luz ha tardado demasiado en llegar hasta esta zona olvidada por Fuensaldaña. Antes de quitarme el sayo de plañidera no tengo más remedio que pensar que si Escalada hubiera estado en Valladolid estaría en un cofre sellado. Y vuelvo al poliedro. Tal vez es que aún no se ha comprendido la importancia del monasterio y también es posible que a los responsables les da igual que a los pies de uno de los cenobios más importantes de Europa se coloque un artefacto que vale para vender pipas o para una prisa... Ya sabemos que las condiciones del templo no son las mejores, que años de desinterés han hecho que muchos no sean conscientes de su valor, pero de ahí a tapar el perfil de las arcadas altomedievales... Se entiende que hoy en día el marketing y la gestión política van de la mano; ahora bien, no pasa nada por esquinar un poco el quisco ideado desde Valladolid con el fin de que lo primero que vean los visitantes sea el templo y no una cubeta de serrín que, por cierto, puede atraer a las termitas.

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