Paco
ANTENA 3 ha despedido la vigente temporada de Los hombres de Paco. Lo ha hecho en olor de multitudes, liderando el prime time con más de cuatro millones de espectadores, una cuota de pantalla del 25,2%, y ganando nada menos que 7,8 puntos de share respecto a su episodio anterior. Dicho sea todo ello para mayor gloria del producto, la productora (Globomedia) y la cadena. Y reconocido el mérito a quien lo tiene, me apresuro a precisar: confieso que no entiendo Los hombres de Paco ; me resulta incomprensible todo lo que pasa ahí. Quizás es un problema de aplicación: no me he esforzado lo suficiente. El caso es que la escena culminante de este final de temporada, con los policías disfrazados de militares y pilotando un avión cargado de oro, me dejó más patidifuso todavía. En los guiones de Los hombres de Paco hay siempre algo que me resulta penosamente artificial, como en esos tebeos donde se recurre a un giro absolutamente intempestivo para que pueda continuar la historia. Los escribas del oficio llaman Deus ex machina al recurso de mover un relato echando mano de alguna intervención completamente ajena a la historia narrada; por ejemplo, un agente enemigo persigue al héroe y, cuando está a punto de darle caza, surge del cielo un helicóptero que hasta entonces no habíamos visto y rescata al protagonista. Lo que hace artificioso el recurso no es el hecho en sí, sino el que ese helicóptero aparezca literalmente venido de la nada. Capítulo tras capítulo, Los hombres de Paco nos cuenta historias venidas de la nada, que es imposible conectar entre sí salvo que de entrada renunciemos a la coherencia del relato. En este último punto es donde está la clave de la cuestión: en que las series de televisión, cada vez más, y sobre todo a partir de cierto periodo (largo) de duración, tienden a prescindir por completo del requisito de coherencia. Es como si todas aspiraran a convertirse en series de situación, donde basta un cuadro de personajes fijo y un escenario continuo para sostener el producto. Y, por otro lado, ¿cómo reprochárselo? Un episodio como el de la otra noche, con Pepón Nieto poniendo cara de mucho sufrimiento a los mandos de un avión, superó los cuatro millones de espectadores y se llevó el minuto de oro del día con más de cinco millones de personas pegadas a la pantalla ya pasada la medianoche. Los guionistas saben de sobra que la gente no va a estar ahí, al otro lado, por la calidad intrínseca del relato, sino por otro tipo de motivaciones. ¿Cuáles son esas razones? El masaje: besos, risas, tiros, sudores, más risas, más besos, un poco de mala leche, más sudores El masaje -que no el mensaje- es el gran secreto de la televisión.