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Philippe Herreweghe tras el concierto

Publicado por
Miguel Ángel Nepomuceno - león
León

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Cuando hace un cuarto de siglo, los mismos que ahora cumple el Festival de Órgano que lo ha traído a León con el patrocinado Caja España, el director Philippe Herreweghe descubrió que la música de Bach, además de interpretarse con instrumentos originales, podía también cantarse por voces especializadas, no dudó un momento en crear el grupo vocal-instrumental más prestigioso de Europa, el Collegium Vocale de Gent, considerado hoy día por todos los especialistas en el barroco, como la referencia absoluta a la música del cantor de Eisenach. Naturalmente hacía falta también un director que comprendiera que esa música seguía siendo tan actual como lo es ahora Brukner o Mahler, y se propuso convertir a ese grupo en una sofisticada máquina de hacer la mejor música antigua desde que el romanticismo quedó arrumbado a las claroscuras salas decimonónicas. Así nació el Collegium Vocale y su leyenda. Y así se llenó el mercado de pasiones, cantatas, misas y conciertos, que llevaban implícito el sello inconfundible de Herreweghe y su grupo hasta colapsar al resto de formaciones con nombres tan prestigiosos como Koopman, Leonhartd, Harnoncourt, Pinnok y otras menos relevantes que veían en el psiquiatra belga el modelo a seguir o al menos quien mejor comunicaba una música que como dice el propio Herreweghe: «El barroco gusta tanto hoy porque es una música simple acorde con estos tiempos de prisas y tumulto que vivimos, y Bach a mi me interesa porque hace cosas muy fáciles, al lado de otras que tienen mucho que ver con Beethoven o Bruckner». Pero, la pregunta que surge después de escudarle en un concierto como el que ayer noche clausuró el Festival de Órgano en la Catedral es, ¿qué tiene Herreweghe que no posean los otros en el mismo grado?. Sencillamente la transparencia y el equilibrio, las dos piedras miliares de todo su mundo bachiano, brukneriano o beethoveniano, a los que también se ha acercado con el mismo espíritu de ruptura que a Bach. La luz se hizo noche en la Catedral porque las dos cantatas de Bach, -que por error en los programas de mano sólo figuraba una, la Bwv12-, fueron servidas por unas voces y unos instrumentistas tan perfectos que casi daba miedo respirar por no romper esos sonidos tan cristalinos del oboe, del celo o las redondas voces de la soprano, Dorothee Mieles, brillante y carnosa, del tenor, Hans Jörg Mammel, de timbre cálido y transparente, o el bajo, que sustituyó a York Felix, quien cantó con excelencia en Palencia, Zamora y Valladolid, pero una ligera indisposición le impidió hacerlo en León. Igualmente el alto Damián Guillén lució su exquisita vocalidad lo que contribuyó a la excelsa redondez de toda la interpretación especialmente en los dúos de soprano y bajo de la cantata 22, o el sobrecogedor del alto de la nº 12. Herreweghe apenas dirige, insinúa, indica, o a veces contiene, pero nunca atosiga a sus músicos. De este modo las dos obras fueron una vez más, ese modelo de equilibrio y síntesis, ahíto de detalles y manteniendo el balance perfecto entre las diferentes familias vocales e instrumentales, a la vez que otorgó total libertad a su soberbio coro, afinado hasta lo indecible, para conseguir unas lecturas que son modélicas para el resto de sus colegas. Un concierto de clausura que pasará a los anales del festival por su modélica perfección.