Diario de León

Isabel Carrasco entregó la máxima distinción de la provincia al escritor por la importancia de su obra

Gamoneda recibe la Medalla de Oro y considera saldada una deuda con él

El poeta desveló por primera vez cómo y por qué no logró ser funcionario de la Diputación

León

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«Todos los días son buenos para la verdad», confesó ayer Antonio Gamoneda tras recibir la Medalla de Oro de la Diputación, una institución con la que tenía un asunto pendiente. Antonio Pereira, Miguel Cordero del Campillo, Modesto Llamas Gil, Alejandro Vargas¿ sólo los amigos del poeta que habían confirmado su asistencia tenían reservado un sitio en el reducido salón de Plenos de la Diputación, donde estaba aprovechado hasta el último rincón. Isabel Carrasco, presidenta de la Corporación Provincial, pronunció un discurso que tocó el alma del Premio Cervantes leonés. «Rendimos homenaje, con los máximos honores que recoge el Reglamento de Distinciones de esta institución provincial, a uno de los más relevantes escritores que ha conocido esta tierra», afirmó una solemne Isabel Carrasco que, a diferencia de Gamoneda, leyó de pie un discurso en el que no olvidó «el trabajo que este insigne poeta desempeñó en esta institución durante casi una década como gestor de los servicios culturales». Gamoneda, que pidió perdón por su condición de «semiinválido», que le impedía hablar de pie, amén de excusarse por los imprevistos estornudos, producto de un catarrro que había intentado atajar con «medicamentos de urgencia», recogió el guante. El funcionario que nunca fue No quería que la concesión de la Medalla de Oro de la Diputación fuera entendida sólo como una distinción a su brillante trayectoria literaria, sino que centró buena parte de su intervención en aclarar cómo y por qué nunca llegó a ser funcionario de la Diputación. El autor del Libro del frío se refirió a una etapa existencial muy importante. Por ello calificó de «oro» no sólo la medalla, sino las palabras de la presidenta, al reconocer su importante contribución para la puesta en marcha de los servicios culturales de la Diputación. «Un esfuerzo», confesó Gamoneda, «que quizá no tuvo el devenir más grato, pero que ahora ha sido restablecido y recompensado». «Hoy voy a decir pequeñas verdades que van a completar el sentido de la medalla», explicó Gamoneda, quien aseguró que había aspectos de su trayectoria que no quería que quedasen en el terreno de la abstracción. En el salón de Plenos el silencio era absoluto, presagio de una importante confesión. Todo por un sello de caucho Y contó Gamoneda que a partir de 1969, durante siete u ocho años, hizo su trabajo lo mejor que pudo y supo. «Entonces, la Corporación pensó que la manera de asegurarme es que yo recibiera la condición de funcionario. Yo no estaba ni dejaba de estar interesado, pero me gusta más decir sí que no. Se me dijo que preparase las certificaciones para presentarme al concurso oposición. Hubo otro aspirante. El concierto se resolvió a mi favor. La abundante documentación del otro concursante fue desestimada, porque un 70% de ella, que eran folios escritos con la misma máquina de escribir, sin ningún sello, los hacían para el tribunal incompatibles, porque al mismo tiempo realizaba una función digamos por ejemplo arqueológica a 400 kilómetros de León. La otra persona concursante recurrió ante la Audiencia Territorial de Valladolid, que reclamó las documentaciones para dictar sentencia». Gamoneda aclaró que no fantaseaba. «La Diputación tendrá sus archivos por si alguien quiere comprobar lo que digo». Y ocurrió algo singular. «La Audiencia resolvió a favor de la otra persona. No contra mí, sino contra la Diputación. Yo acato todas la sentencias, aquella incluida. Pero no me privaré de decir que la considero pintoresca. Porque el fundamento de la sentencia consistió en que a mis documentos les faltaba el sello de caucho». Gamoneda quiso llegar más lejos. «Ya puesto en este terreno de la verdad y pensando que han pasado 30 años, diré que la pintoresca sentencia coincidía con el hecho de que la otra persona era pariente directo del vicepresidente de la Diputación y del jefe de personal de la Diputación; y que el letrado de la Corporación Provincial no hizo acto de presencia en la Audiencia de Valladolid». Añadió Gamoneda que se ha difundido mucho que no obtuvo la plaza por carecer de titulación superior -«lo cual es cierto»-, pero «esto no era decisivo, porque la oposición no exigía ese título». Y se sinceró aún más el autor del Libro de los venenos: « Si tenía alguna motivación para sentirme moralmente desatendido por esta casa, ha sido solucionado con creces con la medalla y las palabras de la presidenta». Seguramente, Carrasco no pensó que el homenajeado convertiría un acto protocolario en reivindicativo cuando escribió en su discurso que Gamoneda es «un sabio callado, pero siempre comprometido con la sociedad que le rodea, que tuvimos el privilegio de que formara parte de la historia de esta Casa». Afirmó Carrasco que «Gamoneda, desde su niñez, encontró en León ese rincón necesario para meditar y crear. Del silencio surgieron las palabras. Halló entre nosotros el refugio del sosiego, a veces teñido de negro y en otras ocasiones cubierto de esperanza, que es preciso para escribir». Añadió la presidenta que «nos llena de orgullo saber que aquí, en esta a veces injustamente denostada geografía leonesa, se ha hecho un literato de talla internacional. Que de los callados y tranquilos paseos por el viejo León y su provincia, constatando lo bueno y menos bueno que ofrece nuestro paisaje y paisanaje, haya surgido una obra poética de alta estima». León en la mirada También el autor de Edad supo recoger este guante. Gamoneda entiende la poesía como un valor patrimonial, de forma que «mi poesía no sería posible sin los leoneses». «En la relación vivencial con los leoneses, en el espacio geográfico de su paisaje y en la temporalidad que me ha tocado vivir con ellos es donde se ha formado mi escritura poética». Para Gamoneda, este extraño accidente que es la vida, es «un viaje de la inexistencia a la inexistencia». Y es en ese itinerario incomprensible, es donde se dan cosas tan importantes -dijo- como el amor y la amistad, «y esto es lo que me vincula también a los leoneses. Así es como yo quiero que adquiera todo su valor la palabra gracias». Gracias por una medalla cuya concesión atribuyó Gamoneda tanto a la precedente como a la actual Corporación -«los otorgantes y los donantes», como se refirió a ambos el poeta-. Y entendió que los diputados son «agentes proyectivos de una totalidad amplia, que es la totalidad humana de los leoneses. Es muy seria esa representatividad plural, que no excluye a ningún leonés». «Es mucho peso en mi corazón». «Con la entrega de esta Medalla de Oro te devolvemos en forma de cariño una pequeña parte de lo muchos que nos has dado año tras año desde la literatura y el pensamiento», sentenció Carrasco. «Rendimos homenaje a uno de los más relevantes escritores que ha conocido esta tierra» ISABEL CARRASCO presidenta de la Diputación «Si tenía alguna motivación para sentirme moralmente desatendido por esta casa, ha sido solucionada con creces» ANTONIO GAMONEDA poeta y Premio Cervantes

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