La fuerza de una confesión...

Pocas palabras, pero intensas. Pocos amigos, pero auténticos. Antonio Gamoneda es, en la vida y en la poesía, certero y trágicamente sincero. Pudo convertir la ceremonia en un acto de adulación. Eso era lo fácil; eso habría agradado a casi todos. Sin embargo, rodeado de unos pocos amigos, de esos que han estado ahí en las últimas décadas, el autor de Descripción de la mentira quiso sacar a la luz una verdad nunca bien aclarada: las razones por las cuales nunca llegó a ser funcionario de la Diputación. Nadie lo esperaba. «Si he entrado en algún terreno que les ha parecido inconveniente, pido perdón». Pero lo dijo después de «despacharse» con la verdad. Porque como aclaró Gamoneda: «Todos los días son buenos para la verdad»...