La exposición incluye un vídeo, como eje narrativo, y obras que recorren la memoria del artista
El leonés García-Alix muestra en el Reina Sofía su «mejor álbum»
El museo inaugura hoy «De donde no se vuelve», un viaje por 30 años de fotografías
El fotógrafo Alberto García-Alix (León, 1956), icono de la modernidad, irrumpe hoy en el Museo Reina Sofía con una exposición que reúne tres décadas de oficio, toda una vida de imágenes que son resultado de un peculiar mundo interior. Este cronista y fiel espectador de la vida cotidiana es un referente para la fotografía contemporánea, tras un camino de 30 años que le ha llevado a capturar con su cámara poesía, arte, vida y realismo en un mundo sin tapujos. La retrospectiva -que bien podría denominarse introspectiva- que le dedica el Reina Sofía, bajo el título De donde no se vuelve, podrá verse hasta el mes de febrero. De donde no se vuelve es una obra audiovisual creada expresamente para la exposición y que, según se explica en la web del museo, «supone la exploración de su mundo personal a partir de su testimonio en primera persona. Su narración se funde con las impresiones adquiridas por el espectador según sus fotografías: junto al vídeo -que constituye el eje narrativo de la muestra- se exhibe una amplia selección de obras de diferentes épocas y formatos que se alejan de la mera revisión para convertirse en un viaje alrededor de la memoria del artista». García-Alix, galardonado con el Premio Nacional de Fotografía en 1999, utiliza mucho el retrato, los planos cortos y el autorretrato porque siempre ha trabajado alrededor de su vida y de su entorno más próximo. «La fotografía me ha servido para mirarme a mí mismo», ha confesado en alguna ocasión. En su opinión, «lo que importa es que la foto atraiga y dialogue con el espectador, porque toda fotografía lleva una carga de información», y por esa razón, le interesa el guión, la historia que hay detrás de cada imagen. El artista leonés, que siempre ha estado en el punto de mira del Musac, que tiene una buena colección de obras del artista y que en la última edición de la Feria Arco adquirió una serie completa de Alix, cree que «los ojos del fotógrafo son los ojos del narrador de un cuento». Para él, lo importante es que la fotografía tenga latido, que tenga aliento. Consciente de que lo más difícil es comprender al ser humano que retrata, sus amigos han llegado a decir que sus fotos son tristes. La fotografía como sedante La relación con la cámara de Alberto García-Alix surgió «por casualidad» en 1976; y desde entonces, se quedó atrapado por el laboratorio, donde prefiere trabajar con los grises. De García-Alix también se puede decir que es un geógrafo del atlas femenino, con sus poderosos retratos del cuerpo, el deseo, la melancolía, el miedo, la belleza o la fuerza, un universo del que el artista no sólo no es ajeno sino que en algún autorretrato, como uno fechado en el 2001 que forma parte de la colección permanente del Musac, ha mostrado también su lado femenino. Para García-Alix, inconfundible por sus tatuajes y su inseparable Harley-Davison, la fotografía tiene un «papel sedante, es una forma de reposar la mirada. En una entrevista concedida a la agencia Ical confesaba que de León tenía recuerdos «muy agradables. León era una ciudad muy cómoda. No había coches, recuerdo que íbamos a jugar a la plaza de la Inmaculada y no había problemas...».