Periodista
«Hay redacciones que parecen hospitales»
Es uno de los corresponsales de guerra más importantes y acaba de recibir el premio del Club Internacional de Prensa
Lo ha sido todo dentro del periodismo. Hoy vive retirado en el pueblo de Brihuega, en plena Alcarria. Allí disfruta de su gato Muki, del pato Toribio, de la «hermana encina», del «hermano ciruelo», de un puñado de amigos y de sus libros preferidos. Alma máter de la agencia Colpisa (la dirigió entre los años 1970-1982), Manu Leguineche recibió a finales del mes pasado el premio Euskadi de Literatura por El club de los faltos de cariño , un dietario donde vierte reflexiones, comentarios, añoranzas, sentimientos, críticas, en una sugestiva miscelánea que respira tanta sinceridad como melancolía. -¿Es su libro más personal? -Sin duda. Después de escribir sobre mil batallas, el cuerpo me pedía hacer algo cercano, intimista, casi minimalista . -Hay bastantes páginas dedicadas a sus mascotas, a los paisajes, a la gastronomía, a minúsculas y deliciosas anécdotas. - Uno se cansa de los ruidos y de la épica. Me apetecía atender a la voz interior. Los detalles pequeños, al final, son los que hacen grande la vida. -Dicen que es usted un solitario con coletazos de misántropo. -Solitario, sí; misántropo, no. La gente me interesa, siempre me ha interesado, aunque mejor de poquitos a poquitos. Lo que no soporto son las multitudes dando voces. A lo mejor es porque he oído demasiadas. -¿Qué ha cambiado en el periodismo? -Hay menos pasión y se pisa menos la calle. El periodismo hay que trabajarlo a pie de obra, eso es lo que le da viveza y verdad. Hay redacciones en la actualidad que parecen hospitales. Todo tan burocratizado, tan reglamentado, tan uniformado, sin un poco de humo que echarse a los pulmones. -En algo habremos mejorado. -Sí, en la facilidad que tienen los reporteros a la hora de transmitir la información. La informática es una buena aliada. Antes era un quebradero de cabeza. Además de periodista tenías que ser electricista. -¿Es verdad que uno de los archiveros con los que usted trabajó catalogó a Walt Disney por la B de 'Bonitos dibujos'? -Nos volvimos locos en el archivo. El día que murió Walt Disney, este señor estaba con gripe, en su casa. Empezamos a buscar por la D, luego por la W, luego por la H de Hollywood. Nada. No aparecía. Mandamos al botones a su casa. El archivero, enfadado, le dijo a nuestro emisario: «¿Dónde va a estar, merluzo? Pues en la B de 'Bonitos dibujos». Y allí estaban . -El sitio más lógico. -Es que no era un archivero cualquiera. Era poeta. Ahora no hay tipos así. -En las numerosas guerras y conflictos que cubrió, ¿dónde pasó más miedo? -Lo del miedo es una sensación subjetiva. A lo mejor te encuentras en peligro de muerte y no eres consciente. Otras veces ocurre al revés. Miedo, más bien pánico, pasé en Vietnam y en Bangladesh. lado de Brihuega, -Habla muy bien de Nelson Mandela. -Me impresionó su humanidad. Un rostro, una mirada, una visión de las cosas que te reconcilian con el mundo.