Diario de León

José María Balcells intervino en unas jornadas que se clausuran hoy en la ciudad de Astorga

Aparicio: «La elegancia británica de Ricardo Gullón inspiró a Sabino Ordás»

Los expertos celebran la vigencia del crítico en la celebración de su centenario

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Pacho Rodríguez - madrid
León

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La memoria de Ricardo Gullón (Astorga, 1908-Madrid, 1991), su intenso recuerdo, está de gira por varios lugares que fueron fundamentales en su peripecia vital: la universidad, Madrid y Astorga. Un seminario, titulado Crítica literaria y modernidad en la España contemporánea , y del que es artífice un leonés, Javier Huerta, catedrático de la Facultad de Filología de la madrileña Universidad Complutense, remarca, resalta y recuerda la figura de Gullón. Y lo que sale a flote es la plena vigencia del autor, de su obra, de su persona, de su actitud y de una manera de mirar las cosas, las obras literarias ajenas, en este caso, que habría que rescatar para devolver dignidad y claridad al mundo de las publicaciones escritas. Ricardo Gullón fue así objeto de una rigurosa revisión a manos de expertos universitarios que visitaron los diferentes perfiles que ofrece el autor. Las jornadas, celebradas este pasado jueves en la Facultad de Filología, ayer en la Casa de León y hoy, en Astorga, discurrieron con la presencia de destacados representantes del mundo intelectual, de las letras y de la universidad. Desde Juan Pedro Aparicio, que pronunció unas bellas y sentidas palabras para reivindicar al Ricardo Gullón hombre: «Mi querido amigo», definió de entrada, a la presencia de José María Balcells que, al hablar de Gullón y la generación del 36, título de su ponencia, encandiló a los alumnos de Filología y a los asistentes al encuentro, todos ofrecieron una variada panorámica del Ricardo Gullón crítico, analista, maestro, astorgano y, en casos como los citados, ante todo, amigo. Javier Huerta y Emilio Peral, como profesores anfitriones, también aportaron su conocimiento para que quedara clara una de las intenciones de este seminario: leer, y leer a Gullón. Juan Pedro Aparicio, llegado de Londres, achacó cierta gravedad en su intervención a esa procedencia, precisamente, y aseguró que esa actitud no hubiera encajado con «el ánimo y la vitalidad de Ricardo Gullón». Con la palabra como gran referencia, «la palabra es una sombra alargada», afirmó, para justificar que a través de ella el ser humano se distingue del resto de la creación, le permite medir el tiempo, le posibilita la narración y, a fin de cuentas, le sirve para dar, al menos de refilón, con el sentido de la vida, vino a decir el autor del reciente El juego del diábolo (Páginas de Espuma). Y con palabras se sumergió en el recuerdo de Ricardo Gullón y llegó el vitalismo que echaba en falta Aparicio y los asistentes se quedaron con la sensación de que haber conocido a Gullón hubiera sido siempre una suerte para el conocimiento y para los sentimientos. Amistad y admiración Para Aparicio, quien destacó que, junto a Luis Mateo y Merino, compartió amistad y admiración con el crítico experto y erudito, profesor en universidades americanas y académico de la Lengua, «dentro de esa España sin autoestima, nos parecía imposible que Gullón fuera de Astorga. Con esa elegancia, esa imagen, esa plenitud, nos pegaba más que fuera de Cambridge, por ejemplo», relató con sorna. Y así, a partir de esas impresiones, les inspira ese apócrifo compartido que es Sabino Ordás. Aparicio destacó que Gullón era siempre «el amigo amable, cariñoso, con buenas palabras, el que traía las noticias», relató con emoción. Y también recordó, el premio Nadal y autor, entre otras, de obras como Qué tiempo tan feliz , aquellos desayunos madrileños que compartían y cómo Gullón se interesaba por su obra: «¿Qué tal va la novela?». «Estoy pensándola». «Juan Pedro, las novelas no se piensan, se escriben». Así, el director del Instituto Cervantes de Londres, Juan Pedro Aparicio, recordó un desayuno al que él llegó tarde y encontró a Ricardo Gullón enfadado, más que por el plante, por haber perdido esa jugosa tertulia matinal. «Al momento, según me vio, su cara de enfado volvió a ser sonriente», explicó el autor leonés. Esa mañana de desayuno cancelado fue la última vez que Aparicio vio a Gullón. Era 1991 y, de alguna forma, esos tres mosqueteros, caballeros de la literatura, Aparicio, Merino y Mateo se quedaron huérfanos. Pero con el gran legado de Gullón, como lo demuestra una exposición que se puede ver en Madrid en la Facultad de Filología, y con la memoria y la ficción de aquel Sabino Ordás. Aunque Gullón sería el gentleman de la literatura española y, entre los críticos, según Javier Huertas: «No necesita adjetivos para definir su trayectoria o estilo. Gullón es El Crítico». «Dentro de esa España sin autoestima, nos parecía imposible que Gullón fuera de Astorga» JUAN PEDRO APARICIO Escritor «Habría que rescatarle para devolver dignidad y claridad al mundo de las publicaciones escritas» JOSÉ MARÍA BALCELLS Catedrático de Literatura «No necesita adjetivos para definir su trayectoria o estilo. Gullón es El Crítico» JAVIER HUERTAS Director del seminario «Con esa elegancia, esa imagen, esa plenitud, nos pegaba más que fuera de Cambridge» JUAN PEDRO APARICIO

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