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Una costumbre leonesa que, actualizada, han paseado desde Nueva York hasta Colombia

Díez, Merino y Aparicio trajeron el filandón de regreso a su tierra

Con todo el calor de sus paisanos, los tres escritores cerraron ayer la gira «Palabras en la nieve»

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E. Gancedo - león
León

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El filandón volvió a casa después de haber visto mundo. Los escritores Juan Pedro Aparicio, José María Merino y Luis Mateo Díez, encargados de resucitar o, mejor dicho, de «actualizar literariamente» esta vieja costumbre leonesa que reunía en una de las casas del pueblo al resto de vecinos para contar historias al calor del fuego en las noches de invierno, cerraron ayer el círculo Palabras en la nieve , una gira que ha abarrotado recintos y teatros desde Madrid a Gales, desde el Bronx a Cartagena de Indias. ¿Cómo es posible que tres escritores leoneses, poniendo en práctica una particular revisión de un antiguo rito del Noroeste, haya llenado salas y festivales provocando aplausos interminables? En Gran Bretaña, hasta se acercaron a saludarlos en un bar tiempo después del espectáculo («somos ya como actores famosos», bromeaba Aparicio) y en Cartagena de Indias (Colombia), el público en bloque renunció voluntariamente a su turno de preguntas para seguir disfrutando «un poco más» de sus cuentos cortos, de su complicidad de décadas, de sus voces graves y llenas de matices y de sus improvisaciones plenas de espontaneidad, sugerencia y humor. La clave es que las cosas que cuentan «interesan a cualquier ser humano», independientemente de su procedencia o nacionalidad. La historia del tamboritero que, lejos de su tierra y su juventud, toca una última tonada; la del conductor que, en un viaje en coche, entra en el Más Allá y luego regresa; o la de los chiquillos que se empeñan en averiguar cuántas vidas tiene un gato, son sugestivas, significativas, apelan a cosas que despiertan inquietudes o afectos en cualquier persona de cualquier país. El tilo , La mosca , Una carta de amor o Ciprés fueron algunos de los títulos de estas ensoñadoras narraciones entre las cuales también se coló la sopa juliana de un frío colegio o un calecho lacianiego lleno de sorna. Y así lo sintieron los más de 200 leoneses que ayer dejaron pequeño el auditorio de Caja España -muchos siguieron el acto en el hall, escuchándolo a través de altavoces-. «Siempre nos hemos sentido muy queridos en nuestra tierra», reconoció Díez. En efecto, sus paisanos recibieron con todo cariño e interés el aluvión de relatos de estos tres profesionales de la palabra que últimamente han sido los mejores embajadores de la cultura (la tradicional y la contemporánea, unidas) leonesa. Porque allí donde han ido, por lejos que fuera, han dejado claro lo que es el filandón y de qué región proceden los tres: de León. El filandón se celebró gracias a Caja España, el Ministerio de Cultura y la editorial Everest, que ha editado el libro Cuentos del gallo de oro con relatos de los tres autores.