Diario de León
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MENOS MAL que el Auditorio iba a ser, según dijo en su día el alcalde de turno, «el buque insignia de la ciudad», reducto donde los leoneses podrían escuchar, ver y paladear la mejor música, el mejor ballet y las mejores óperas, donde en cada concierto habría siempre «un representante del Consistorio» y donde «la cultura musical y escénica tendría su templo». Y digo menos mal porque si después de haber visto en lo que se ha convertido este «templo de la corchea» en los siete años que lleva funcionando, los atentados que contra la inteligencia y en aras de la cultura se han venido perpetrado en él por uno y otro equipo de gobierno, podría ser que, sin darnos ni cuenta, entráramos con todos los honores en el Guinnes 2009 de la barbarie y de los despropósitos.

Barbarie, sí, porque cuando un concejal de infausta memoria, de los muchos que han intentado mangonear con nefandos resultados el palacio de la música, sentenció que «por sus santos atributos», se iba a celebrar un combate de lucha leonesa en el escenario del Auditorio, como así ocurrió, no hubo ni una sola voz que se alzara para tratar de impedir semejante blasfemia contra la cultura.

Cuando tiempo después otro edil «iluminado», apoyó la concentración de músicas «emergentes» en la cafetería del centro, al día siguiente el propio Ayuntamiento tuvo que llamar a la brigada especial de limpieza porque quien bajara a los servicios o a la cafetería corría grave peligro de quedar ensartado en alguna de las múltiples latas que había sembradas por el suelo. Si a estos hechos puntuales sumamos algunos de los conciertos de músicas «menos cultas» que anualmente se celebran en el «templo», y alguien se toma luego la molestia de recorrer la sala, podrá encontrarse con los restos de una orgía musical que haría hecho babear de envidia a los más recalcitrantes y dimitir de vergüenza a más de un concejal.

Sin querer pecar de catastrofistas, pero sí con la experiencia que otorgan siete años de asistencia a la mayoría de los actos músico-culturales que allí se celebran, sólo podemos llegar a una conclusión: el Auditorio es y sirve para todo menos para lo que debería ser: un centro para la cultura, especialmente la musical, como así se planeó y se construyó.

Sin embargo, y con la disculpa de la crisis y las deudas acumuladas de anteriores legislaturas, a los responsables de turno les viene muy bien llenarlo con todo tipo de actividades y recortar hasta la inanición los presupuestos dedicados a la música, mientras se inyectan 635.000 euros al deporte de élite o se llenan las arcas de las músicas tradicionales con un millón; y eso que la Odón Alonso aún no ha cobrado todo y se la han quitado de encima como quien no quiere la cosa. Así, luego, y con la disculpa de que hay que pagar esas deudas, nos endilgan lo que les viene en gana, pues con 570.000 euros para todo un año (la mitad del anterior presupuesto) traen compañías líricas de segunda o tercera clase, como sucedió el pasado martes con el concierto para familias, o el viernes y sábado con

y

, que además de estar sin subtitular y tener que aguantar el frío de la sala (muchos abonados se fueron), eran producciones mal interpretadas, con una orquesta ramplona, desafinada, y unos cantantes que no entraban jamás a tiempo aunque se les marcara con una viga. Naturalmente, el director del centro, con esos mimbres, se las ve y se las desea para hacer milagros día a día e impedir, como está sucediendo, que los aficionados y abonados se vayan a otras provincias porque aquí, hasta que no se paguen las deudas, y a ver si sobra algo de lo de la élite y la dulzaina, no van a ver nada bueno hasta que pase el próximo Halley.

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