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Un «barbiere di qualitá»2 líneas género
La ópera de Cámara de Praga brindó a los leoneses un excelente «Barbero de Sevilla»
león
Si
, que el día anterior había subido al escenario del Auditorio, resultó ramplona y tediosa, con una orquesta y unos cantantes que no entraban jamás a tiempo,
del día siguiente fue lo contrario. La orquesta, de nuevo a las órdenes de Dorian Wilson, estuvo mucho más acertada, sin sobresaltos en el viento ni desajustes de afinación en la cuerda, con lo que la conocida obertura resultó reconocible y bien tocada, controlando ahora las entradas y no dejándose arrastrar, salvo en contadas ocasiones, por los propios cantantes, que el día anterior tiraban de la orquesta o la ralentizaban para que no se durmiera en los laureles.
La puesta en escena, como ahora es habitual, muy simple, con subidas y bajadas de decorados que sirven para casi todo pero que no dejan de resultar pobres. Una puesta en escena demasiado móvil y mareante, con incursiones extemporáneas de los cantantes y comprimarios por el patio de butacas, una trasnochada alternativa muy del teatro de los sesenta pero poco afortunada para la lírica actual porque distrae y no añade nada nuevo a la puesta en escena, a no ser molestias a los sufridos espectadores, que tuvieron que aguantar hasta las duchas del «simpático» Fiorello. Respecto a las voces, aquí se notó más el equilibrio y la calidad. Mientras el conde intentó lucir una agradable pero descontrolada voz de tenor que destrozó el aria inicial, con ataques tan bruscos y adornos tan burdos que sólo hicieron que provocar sonrojo; Rosina, aquí una soprano aunque a veces la canta una mezzo, correcta, con un timbre de voz hermoso, audible y claro. Bordó la famosa
, aunque no hubiera quedado mal remarcar algunas frases para otorgar más intencionalidad al canto. Don Basilio, un bajo sencillamente espléndido por voz, por temperamento y acercamiento al personaje; al igual que Don Bartolo, siempre poniendo el contrapunto y haciendo un personaje muy creíble. Más flojo Fígaro, barítono de desigual línea de canto y pronunciación poco italiana, aunque sacó adelante su difícil personaje con demasiada gestualidad y escasa soltura. Berta, la camarera, correcta en su divertido papel, y el coro, empastado y afinado, permitieron redondear un
que, sin ser brillante, sí fue «di qualitá».