Diario de León

EL INVENTO DEL MALIGNO | JOSÉ JAVIER ESPARZA

Águilas

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JOSÉ JAVIER ESPARZA
León

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LA PRIMERA ha tenido un éxito fenomenal con Águila roja, un producto de ficción elaborado por Globomedia que cuenta las aventuras de un justiciero en el siglo XVII. Se estrenó el jueves con más de cinco millones de espectadores y una cuota de pantalla del 26,5%. Estamos, pues, ante un acontecimiento. ¿Virtudes técnicas del producto? Las tiene, sin duda. Por ejemplo, está muy bien ambientado; con eso no quiero decir que retrate con fidelidad la época en la que supuestamente se sitúa, sino que el escenario es bastante coherente en todos sus elementos. También las interpretaciones son bastante eficaces: como no hay papeles que exijan una excesiva profundidad, sino que todos ellos requieren una simplicidad como de cómic -”línea clara y colores sencillos-”, los actores los dibujan sin problemas.

Lo más logrado es seguramente el ritmo, deliberadamente trepidante; dar al espectador la impresión de que siempre va a pasar algo decisivo es un ejercicio cuyo éxito no depende sólo de tener un buen guión, sino también de un acertado trabajo de montaje, y aquí éste parece haber sido ejecutado con mucho mimo, al menos en el primer episodio. Ahora bien, subrayado el éxito objetivo del producto y señaladas sus virtudes, este escriba no sería honrado si no dijera también lo siguiente: como narración, al margen de su puesta en escena, Águila roja es una de las patochadas más gordas que he visto en mi vida. Reconstruir un siglo XVII europeo -”se supone que español-” con las hechuras de un régimen totalitario y adosar sobre ese paisaje a un «ninja» justiciero -”porque eso es estrictamente lo que pasa-” es como colocar a Paco Martínez Soria y Gracita Morales pilotando la nave Enterprise en Star Trek. Los guionistas, evidentemente, no han retrocedido ante la incongruencia, sino que la han transgredido hasta donde ya no había papel para asegurar el mayor grado de espectacularidad posible: basta seguir los diálogos de los personajes. Tampoco han retrocedido ante la intertextualidad: prácticamente no hay escena vistosa que no sea cita textual de algún clásico popular del cine de acción y aventuras.

Los personajes son de un tópico que echan de espaldas: el bueno, el malo, el gracioso, la maciza, la mujer fatal, el fraile Yoda , el niño Los temas de la narración, lo mismo: instinto justiciero, erotismo latente, problemáticas «de clase», anticlericalismo en dosis homeopáticas Es como si alguien hubiera echado en un bote todos los conceptos susceptibles de enganchar al público y los hubiera agitado y mezclado, derramando después el contenido sobre la pantalla. Es obvio que el cóctel ha gustado la primera vez. Pero algo me dice que habrá que volver a hablar de esta serie dentro de cuatro semanas.

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